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Contemporáneo juicio a Sócrates

Por 12 de febrero de 2013 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Recientemente he tenido ocasión de participar en un ciclo sobre política y filosofía que se ilustraba con el cuadro de Jacques -Louis David "La muerte de Sócrates", en el que el filósofo coge decididamente la copa con el mortal veneno, indiferente a los ruegos de su amigo Critón que apoya la mano sobre su muslo. En su lienzo, David introduce asimismo a Platón, que de hecho no estuvo presente, situado en un ángulo con expresión desolada e impotente. Conviene recordar porque muere Sócrates enfatizando el hecho de que esta muerte es indisociablemente por la causa de la verdad y por la causa de la pólis. Sócrates es juzgado y condenado por no dar aliento a creencias arraigadas, como la de los dioses ancestrales, pero sobre todo por corromper a la juventud. Y es de señalar que le condena no un régimen tiránico, sino el restaurado régimen democrático de Atenas. Signo en ello de que la opinión compartida no es necesariamente la opinión fundada, y que la sumisión a la mayoría puede ser sumisión ala ceguera a la esclavitud o a ambas.
¿No era pues cierto que Sócrates corrompía a la juventud? Si por corromper se entiende desterrar en el espíritu de los jóvenes ciertas convicciones que fortalecían el estado de cosas imperante, desde luego los corrompía y esta corrupción podría eventualmente ser un peligro para la ciudad. Porque es cierto que en ocasiones el equilibrio social necesita de la aquiescencia a algo que de ser contemplado en sí sería denunciable. Cabe dar un ejemplo concreto relativo a nuestras sociedades.
Supongamos que los sindicatos de un país convencen a sus adherentes de que trabajen mayor número de horas, acepten normas que incrementan la productividad, reducción de momentos de asueto, control del número de veces que se acude a los servicios, etcétera , todo ello con estabilidad o incluso disminución de los salarios globales. Supongamos asimismo que se les convence también de no oponer resistencia en caso de suspensión sin indemnización de sus contratos.
Es desde luego posible que ello se traduzca en un incremento de competitividad, mayores exportaciones, superavit en la balanza de pagos, aumento de la contratación, disminución del paro, mayores aportaciones a la seguridad social, garantía de las pensiones, inversión en educación, cuentas públicas saneadas, y sobre todo… disminución de la angustia provocada por el miedo a quedarse sin trabajo y ser así arrinconado a los arcenes de la sociedad. A ello se añadiría el sentimiento de pertenencia a un país de gente responsable, disciplinada y trabajadora, por oposición a tantos otros países en los que la inclinación al non far niente (pronto tendiente a ser calificada de "natural" ) determina un comunidad pobre, insegura, e inclinada a la explotación parasitaria de las comunidades productivas. El sur de los "tartesos que se tumban panza arriba"… y que hoy para cada uno en Europa tiene su propia proyección. Pues bien:
Supongamos que en estas condiciones alguien está convencido de que la cadena virtuosa tiene base en una premisa insoportable para la dignidad humana. Este hombre se empeña en proclamar que el sistema con tal cimiento reduce la vida de los ciudadanos al círculo que los franceses designan como travail, metro, tele, dodo, metro, travail… (trabajo, metro, tele, cama, metro, trabajo) y que tal vida es incompatible con las condiciones de posibilidad de que el hombre fertilice y actualice las potencialidades que hacen lo específico de su naturaleza.
Supongamos que el perturbador, convencido de la capacidad crítica de los seres humanos empieza a relacionarse con algunos jóvenes (o no tanto), a los que conduce con astucia a reflexionar sobre el asunto, hasta llegar a convencerse por sí mismos de que ese mundo que parece asentado reposa en realidad sobre una ciénaga. Supongamos que algunos de ellos intentan ser consecuentes con su espíritu crítico, y empiezan a resistir a los imperativos, hasta ese día considerados sagrados, de lucha por integrarse en el sistema productivo. Obviamente el sistema, que podemos perfectamente suponer democrático, empezaría a sentirse amenazado y desde luego tomaría medidas contra el aguafiestas, que efectivamente estaba socavando en el alma de los jóvenes la apariencia de cimientos que les permitía sentirse miembros de una sociedad sana y hasta de una sociedad libre.

¿La filosofía da miedo? Obviamente como da miedo toda confrontación a la verdad. Y la verdad ahora está amenazada por un conjunto poderosísimo de ideas masticadas que domestican el alma hasta la reducción y hacen compatible la existencia pasiva y sumisa cuando no alcahuete con la tiranía en un universo de paz imaginaria.
¿Qué hubiera hoy denunciado Sócrates? Desde luego los cantos a una libertad que sería compatible con una vida objetivamente esclavizante, el encubrimiento de la objetiva situación con creencias edulcorantes de nuestra condición, la ternura común que hace negar la contradictoria verdad de la dialéctica social en nuestro mundo. Hubiera en suma denunciado tanto la alienación objetiva como la inclinación subjetiva a encubrirla con falsas querellas, de tal manera que la miseria se reserva para los sueños en los que "sapos reales pueblan el jardín imaginario". Pues es sabido que dónde no hay asunción florecen los síntomas y desde luego síntomas radicales son en Europa la proliferación de discursos que buscan en la anatematización del otro la ausencia de entereza y abierta respuesta a las causas objetivas de la máquina deshumanizadora.
¿Qué perspectiva deja a la causa del ser humano todo orden social, ya sea garantizador de la subsistencia y de determinadas "libertades", que pasa intrínsecamente por la subordinación de un individuo humano a otro individuo o grupo de individuos con intereses no coincidentes con los de la humanidad? ¿Qué decir por ejemplo de un estado de cosas en el que un ser humano tiene su cotidianidad marcada por un trabajo mecánico, cuyo único beneficiario es un grupo con objetivos indiferentes tanto a los intereses de su trabajador como a los de aquellos mismos a los que va destinado ese producto innecesario e insalubre, o a la salvaguarda de la naturaleza directamente amenazada por la fabricación del mismo?

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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