Víctor Gómez Pin
Conmueve en Vladivostok que las tremendas decepciones que ha vivido Rusia en los últimos 80 años, el fracaso económico en el que naufragó el proyecto socialista, la tremenda herida del estalinismo, el sentimiento de una suerte de humillación tras la rendición incondicional que supuso la política de Gorbatchov, y hasta la necesidad de acomodarse a las nuevas circunstancias y abrirse algún camino privilegiado en el mundo de la economía libre (libertad que se hace a cuenta de las libertades concretas de los hombres a ella sometidos), conmueve, digo, que la perfecta conciencia de todo ello no impida una suerte de profunda asunción de la historia vivida y de oscura nostalgia de todo aquello que de noble y emancipador se encierra en ella, asunción que se traduce en el respeto con el que se habla de los símbolos evocadores de acontecimientos vinculables a esta historia.