Víctor Gómez Pin
Ante la interrogación que planteaba en la columna anterior, relativa a la dificultad de hacer plenamente inteligibles el comportamiento de las partículas elementales, la filosofía tiene dos salidas: o bien amplia lo que cabe entender por intelección, o bien modifica lo que parece haber sido, al menos desde Aristóteles, su vocación clave, buscando vías que no pasan por instalarse como disciplina arquitectónica, disciplina que reflexiona allí dónde están los cimientos de toda reflexión,
La dificultad es que ambas salidas implican la relativización del peso de los principios ontológicos, sea por subordinación a otros más generales pero hipotéticos (los cuales que posibilitarían tanto una naturaleza sometida a la localidad como una naturaleza que la viola) sea por minoramiento del hecho mismo de pensar en conformidad a principios.
En la columna número 37 de estos "asuntos metafísicos", aludía ya a este asunto, estableciendo una analogía entre los principios del orden natural y "aquello que los matemáticos denominan axiomas", de los cuales según Aristóteles no deben ocuparse los matemáticos mismos sino el filósofo, precisamente en razón de que "los axiomas rigen en todos los seres, y no sólo en tales o tales géneros del ser con exclusión de los demás". De tal manera que "todos [los que se ocupan de algo] se sirven de los axiomas, porque estos se aplican al ser por el mero hecho de ser, y cada género [del que quepa ocuparse] es." Decía entonces que sin llegar al grado de universalidad de los axiomas e incluso hallándose jerárquicamente subordinados a los mismos, los evocados principios ontológicos tienen tal peso que, al decir de Einstein, sin ellos "el pensar de la física, en el sentido ordinario del término sería imposible" .
Siendo en base a tales principios de la physis que los físicos hacen conjeturas sobre el comportamiento de los fenómenos y eventualmente los explican, se entiende la evocada perplejidad de Newton cuando no lograba remitir el fenómeno gravitatorio precisamente al principio dado por supuesto ( aunque quizás no explícitamente tematizado) de localidad. Aquello se resolvió, pero lo de ahora no sólo sigue sin resolver sino que (como hemos visto), se halla amenazado por la racional sospecha de su imposible resolución.
"El saber de los axiomas [de la matemática] es previo, y no hay que esperar encontrarlos en el curso de la demostración", sostiene el Estagirita. Previo es también el saber de la localidad, previo quizás a nuestra relación concreta con el orden natural. De ahí la necesidad de preguntarse por las condiciones de posibilidad de la interiorización de la no localidad, abordando el asunto siguiente: en el caso de que indiscutiblemente quepa afirmar que, en sus estructuras elementales, la naturaleza se comporta sin sometimiento al principio de localidad ¿hay alguna manera de adaptar nuestro comportamiento a una realidad que viola las los cimientos de lo que entendemos por naturaleza?