Víctor Gómez Pin
Qué seguir discutiendo tras John Bell
"Por gemelos auténticos que dos hermanos J y L sean, si se encuentran en lugares alejados nadie espera que una acción física sobre J, tenga asimismo efectos en L (las cosquillas en el uno no provocan la risa en el otro, como dice socarronamente un cronista científico)". De esta manera informal me he referido aquí al principio de contigüidad en el orden natural, el cual posibilita un segundo enunciado cuando es considerado en perspectiva local: todo fenómeno físico que quepa observar en L es independiente de las observaciones que en paralelo puedan hacerse en J. Este segundo enunciado pone mayormente de relieve la independencia de quien se encuentra protegido por el hecho de tener un lugar o espacio propio, pone mayormente de relieve la localidad.
El asunto puede ser presentado de una manera algo más precisa:
Sean A y B dos acontecimientos temporales que ocurren en lugares distintos. Entonces una influencia de A en B (o viceversa) no puede ejercerse en un tiempo inferior al que la luz tardaría en recorrer el espacio que les separa. Si A y B son simultáneos, es decir, si el tiempo que les separa es nulo, la influencia entre ellos que sólo podría ser instantánea está simplemente excluida. [1] Necesario será presentar en su momento un compendio de los principios reguladores del orden natural, compendio que además de la localidad incluye individuación, causalidad, determinismo y realismo. En el marco de la teoría cuántica cada uno de ellos puede ser objeto de un tratamiento riguroso, el cual a veces se hace imprescindible a la hora de extraer el meollo conceptual y poner de relieve las enormes implicaciones filosóficas.
La postulación de la localidad constituye quizás la viga maestra en la arquitectura de los principios. De hecho en los trabajos de Einstein (o a los que Einstein está asociado) relativos a este asunto, la localidad es hasta tal extremo relevante que incluso la reivindicación del realismo puede interpretarse como mero corolario de la asunción de la localidad. [2] Cabe decir que sin localidad no hay para Einstein garantía de que se de una realidad independiente del observador susceptible de perturbarla y, en consecuencia, no hay razones para excluir la indeterminación en el orden natural. Que otros hayan intentado salvar el realismo sin sostenerse en la localidad no excluye que discutir la localidad es esencial, lo cual in embargo puede dejar al lector perplejo:
¿Por qué pues volver al origen del problema en Einstein? En la última columna señalaba que se cumplen cincuenta años del teorema de Bell ¿No quedábamos en que esto supone un antes y un después? ¿No está claro desde 1964 que localidad, realidad física, observables compatibles, todo ello reivindicado por la concepción clásica del orden natural pero incompatible con las previsiones de la mecánica cuántica ha perdido la partida a partir de estas últimas? Por si fuera poco ¿no fue dado el golpe de gracia por un teorema tres años posterior conocido como de Kochen -Specker al que aquí me he referido ya en alguna ocasión?
Y sin embargo sigue habiendo mucho que discutir, tanto por razones técnicas como por razones conceptuales. No se ventila fácilmente un asunto en el que se juega una parte de la metafísica imperante desde Aristóteles a Einstein. No se renuncia sin combate a los principios sobre los que, al decir de Einstein, se sustentaba el trabajo de la física, ni siquiera al de localidad que parece a veces haber sido definitivamente sacrificado.
¿Las dos vías de Parménides? Vamos a dar vueltas a la localidad, a la vez en una dimensión filosófica (cuando sea necesario apoyarse en una dimensión técnica esta será expuesta en apartado para no interrumpir el hilo del discurso), intentando determinar el estado de la cuestión respecto a los posicionamientos sobre la misma.
Correlativamente nos preguntaremos sobre las condiciones de posibilidad de la interiorización de la no localidad, abordando el peliagudo asunto siguiente: en el caso de que indiscutiblemente quepa afirmar que, en sus estructuras elementales, la naturaleza se comporta sin sometimiento al principio de localidad ¿hay algún tipo de estrategia que permitiera adaptar nuestro comportamiento efectivo a este espejo profundo? ¿Cabe interiorizar un entorno que, una vez traspasada la apariencia inmediata, ni siquiera es seguro que responda a las leyes de la Relatividad Restringida? ¿O más bien, como en los ejemplos de Zenón, el saber de la cosa ( si cabe llamar cosa a lo que ni siquiera obedece a lo más básico) va por un lado y el efectivo estar del ser del hombre en el mundo por otro?
El propio John Bell dudaba de que los corolarios de su teorema determinaran no ya su disposición ante la vida sino su disposición como hombre de ciencia. Dudaba de que pudiera un físico aceptar sin más que aquello de lo que se ocupa carece de garantía fuera de su testimonio. La vía parmenidiana de la verdad pone en tela de juicio pero no excluye del mundo la vía de la opinión. Nunca el lector de Zenón ha adoptado la resolución de dejar de acercarse al lugar situado a diez metros que aleja del peligro en razón de que antes ha de recorrer cinco metros y antes dos metros y medio…Nunca el saber de la elasticidad y división infinita del continuo paralizó la acción por mucho que sí activara el pensamiento. "Afirmar que realmente es así…"constituiría el verdadero pecado mientras que en el hecho de meramente salvar los fenómenos "no existe peligro alguno", escribe el cardenal Roberto Belarmino intentando poner en guardia a su muy apreciado Galileo.
Existe una versión restringida de este principio de contigüidad-localidad que dice así : "Aunque hubiera manera de ejercer una influencia instantánea de A sobre B, esta influencia no podría ser utilizada para enviar una señal. O dicho de otro modo: no podemos comunicar a velocidad superior a la velocidad de la luz. La terca constancia de esta versión restringida del principio tendrá enorme importancia a la hora de ponderar la verdadera trascendencia ontológica de ciertos experimentos de la física contemporánea.
[2] Así en el ya histórico artículo conocido como Einstein- Podolsky Rosen ( A Einstein, B. Podolsky, and N. Rosen: "Can quantum mechanical description be considered complete?" Phys Rev 47, 777 1935) se sostiene la tesis de que la mecánica cuántica no puede ofrecer una representación completa del estado de cosas en el orden natural dado que el principio de incompatibilidad de observables a ella asociado es inconsistente con la asunción del realismo. En síntesis el argumento es que si en determinados casos de correlación los valores cuantitativos de la posición y el momento (por elegir el ejemplo convencional) pueden ser previstos con absoluta certeza sin perturbar el sistema, entonces dichos valores corresponden a un elemento de realidad física. Así pues el hecho de que cuando disponemos del valor preciso de la posición no dispongamos del valor del momento, y viceversa, sería tan sólo resultado de nuestra ignorancia, en absoluto de una ausencia de determinación en el orden natural. Mas si el argumento directamente esgrimido contra el principio de incertidumbre es el realismo, de hecho la hipótesis realista se sostiene en el escrito en base a una situación que garantiza la localidad.