Vicente Molina Foix
En la primavera de 1935, Vicente Aleixandre recibió la carta de un desconocido que le pedía con gran modestia al consagrado poeta un ejemplar de ‘La destrucción o el amor’ que el remitente anhelaba leer pero le era imposible adquirir; la carta la firmaba "Miguel Hernández, pastor de Orihuela", y dio origen a una de las amistades más luminosas, en su brevedad, de la literatura española y, ahora, a un libro apasionante, ‘De Nobel a novel. Epistolario inédito de Vicente Aleixandre con Miguel Hernández y su esposa Josefina Manresa’, publicado, en minuciosa edición de Jesucristo Riquelme, por Espasa.
Los acontecimientos acaecidos en los apenas siete años que duró la amistad de Aleixandre con Miguel, hasta la prematura muerte de este a finales de marzo de 1942 en la Cárcel de Alicante, son conocidos. El pastor de Orihuela, que en 1935 sólo había publicado ‘Perito en lunas’, desarrolló una personalidad lírica, escénica y política de extraordinaria calidad, mientras su compromiso social, como militante y soldado republicano en las trincheras, era intenso. Distintos humanamente y opuestos en su escritura, Aleixandre y Hernández se hermanaron y, lamentando la pérdida, sin duda irremediable, de las misivas de Miguel a Vicente, éstas que ahora ocupan una buena parte de las 600 páginas del libro contienen no sólo el relato de una aventura espiritual compartida en tiempos convulsos de nuestro país sino también páginas de una belleza y potencia literaria incomparables.
Se sabía ya, por epistolarios parciales anteriores y en otros casos, como es el mío, por haber recibido numerosas cartas suyas, que Aleixandre, más allá de su eminente relieve poético, fue uno de los grandes prosistas de su generación. El delicado hallazgo verbal, la mirada honda y sabia, el punzante humor y el don de narrar son sus marcas de identidad, que ante el aguerrido poeta oriolano, desde el fin de la guerra perseguido y encarcelado, dejan paso a la preocupación y el desvelo por su suerte. En enero de 1938 le escribía Aleixandre a Hernández: "Está mi cuarto lleno de Miguel", y esa presencia intangible nunca desapareció, manteniéndose al morir el autor de ‘El rayo que no cesa’ con el carteo y la ayuda de Aleixandre a su viuda.
Exceptuando las tres primeras, todas las cartas al amigo más joven fueron escritas después del alzamiento de Franco, y aunque la contienda sólo aparezca de fondo, Aleixandre, débil entonces de salud, le habla de la "sensación de sordera horrible" que es "estar enfermo en medio de la guerra". Los pasajes más conmovedores son aquellos en que, demostrándose la plena confianza que el homosexual Vicente tenía en el heterosexual Miguel, el primero le cuenta al segundo, como no hizo en ninguna otra correspondencia, los quebrantos sentimentales en su relación con Andrés Acero, que tuvo un trágico final en México. En la carta del 1 de septiembre de 1936, quizá la más hermosa del libro, Aleixandre revela cómo la historia privada de su corazón, que no ha sido "totalmente feliz en casi ningún amor", le da la sensación de que, amando él con la intensidad que lo ha hecho, ha "trabajado para el aire".