Vicente Molina Foix
El 17 de marzo de 1986 Carmen Martín Gaite tuvo un sueño que le contó a Juan Benet por carta, la última que se conserva de su intercambio y la que cierra la fascinante ‘Correspondencia’ que ya comenté en este blog, permitiéndome ahora añadir una breve apostilla. Se trata de un libro pugnaz, humorístico muchas veces, doliente otras, y siempre marcado por la diferencia: la que les separaba en la literatura y en el temperamento, y la que, en el ejercicio con frecuencia interrumpido de una correspondencia de más de veinte años, les acercó y más de una vez les consolaba a ambos y les iluminaba. Esa carta de 1986 es reveladora en sus pormenores oníricos de los altibajos y cariñosas suspicacias de la relación, para Martín Gaite siempre más acuciante y a la postre insatisfactoria; en el sueño, los dos compartían un cuarto, puesto o alquilado por él para ella: "O sea que tu despacho y el mío iban a estar casi juntos, separados por aquella media pared".
Queda claro en el conjunto epistolar, y de manera sugestiva y reveladora en el relato de ese sueño, que Carmiña sentía una gran admiración por su amigo, lo que nunca le impidió discrepar, tomarle el pelo zumbona o reprocharle el "bizantinismo" de su prosa, como en la muy severa carta del 7 de enero de 1973, la época en que se siente un poco dejada por el ingeniero y tal vez suspicaz de un reconocimiento que ella misma obtendría, con mayor amplitud, años después. Benet, sobre todo en una serie de tres importantes cartas de marzo de 1965, le expone (y hay una crítica implícita) sus principios literarios, en buena medida divergentes. Mas no siempre se cruzan las espadas y los juicios. Con delicada franqueza se cuentan sus cuitas y sus pérdidas, no sólo amorosas, y comparten con un histrionismo innato en ambos su duradera aunque enfurruñada afición al teatro, que en Martín Gaite se extendió, incluso vocalmente, a la tonadilla, y ya en eso Benet no la acompañó.
Hay mucho sentido y mucha sensibilidad en la descripción de Carmiña (18/11/65) de un bloqueo literario que sufre (la dificultad de ser "al mismo tiempo lúcidos y espontáneos"), y mucho sarcasmo en un Benet (16/8/65) al desdeñar con guasa las lecturas liberatorias que su amiga hace de Marcuse o Reich: "Desde que a los diecisiete años tuve un tifus de órdago mi cuerpo padece mucho más del problema intestinal que del sexual".