Vicente Molina Foix
1. Romanticismo
Del limbo en que al morir estuvo casi dos siglos, a Shakespeare le sacaron los románticos: Colerigde, Hazlitt, Tieck, Schlegel y, a su manera refunfuñona, Victor Hugo, que le dedicó todo un libro. Pensando en los adolescentes de corta edad, también susceptibles de romanticismo, destaco a los hermanos Charles y Mary Lamb, que en 1807 publicaron sus ‘Tales from Shakespeare’ (‘Cuentos basados en el teatro de Shakespeare’, Anaya 2013), apetitosa introducción a veinte obras del Bardo contadas con buena prosa y vivo poder de síntesis. Pioneros los Lamb de la literatura infantil de calidad, y autor Charles de muy notables ensayos críticos y autobiográficos, muchos niños ingleses les deben sus primeras aguas shakesperianas.
2. Vidas
Siendo alguien de quien se duda que existiera, Shakespeare fue, a partir del siglo XVIII, campo abonado de biógrafos, Vayamos a los más recientes, en aras de la accesibilidad: a finales de 2008 salió en nuestro país la de Peter Ackroyd, equilibrada, llena de detalles ocurrentes y juiciosos compendios de las obras escénicas. Casi a la vez que la de Ackroyd, el 2005, se publicó ‘Will in the World’ de Stephen Greenblatt, ahora traducida como ‘El espejo de un hombre’ (Debolsillo 2016), más ambiciosa en su propósito de entreverar los acontecimientos y la personalidad esquiva del genio de Avon. Ambos libros, distintos entre sí, cumplen su cometido, aunque el lector escéptico puede seguir dándole la razón a Emerson cuando dijo que el mejor biógrafo de Shakespeare es Shakespeare.
3. Ensueño
"Hay devotos de Goethe, de las Eddas y del tardío cantar de los Nibelungos; Shakespeare ha sido mi destino". Así arranca Borges el tardío ‘La memoria de Shakespeare’, publicado en 1983 dando título a un breve conjunto de cuatro relatos. La figura del dramaturgo es recurrente en la obra borgiana: en poemas, en invocaciones, como tema de un prólogo a ‘Macbeth’ y un estudio sobre la infracción de las tres unidades, así como substanciando el célebre ‘Tema del traidor y del héroe’. Pero el ensueño shakesperiano de Borges tiene su más maravilloso logro de ficción en el citado cuento, que narra cómo un tal Daniel Thorpe le ofrece, "como si me ofrecieran el mar", la memoria de Shakespeare. La aceptación del narrador conlleva una posesión: "Shakespeare sería mío, como nadie lo fue de nadie". El final no es del todo feliz.
4. Bloom
Por su osadía y no sólo por su ciencia, que es mucha, hay que leer a Harold Bloom hablando de Shakespeare. El profesor norteamericano le habla de tú a tú, con tanta adoración como desenfado, y se agradece, pues a veces la idolatría abruma. Bloom ha escrito no menos de mil quinientas páginas sobre el autor de ‘Otelo’; lo puso en cabeza de su tan discutible ‘Canon occidental’ y de su esotérico refrito ‘Genios’, le dedicó un bonito estudio breve a Hamlet (‘Poem Unlimited’), y es naturalmente el autor de esa enciclopedia llamada ‘Shakespeare, la invención de lo humano’ (Anagrama 2002), que leída como tal, es decir, saltándose unas cosas y otras no, depara verdaderas iluminaciones.
5. Contemporáneo
Los poetas más reflexivos han escrito sobre él: Auden, Ted Hughes, John Berryman, Cernuda, Yves Bonnefoy. Casi todos dijeron palabras inteligentes, pero sigo pensando que los ensayos capitales, al menos para la gente de mi generación, son ‘The Stranger in Shakespeare’ de Leslie A. Fiedler, precursor en el tratamiento de los personajes extraterritoriales, y ‘Shakespeare, nuestro contemporáneo’ del polaco Jan Kott (primera edición, con el título de ‘Apuntes sobre Shakespeare’ en Seix Barral, 1969, la más reciente y fiable en Alba, 2007). La de Kott, un betseller internacional que influyó mucho en los montajes de 1960/1970 firmados por Peter Brook, es una lectura política nada dogmática, marcada por líneas de interpretación a menudo atrevidas.
6. Feministas
En los últimos cuarenta años, a partir de una obra seminal, ‘Shakespeare and the Nature of Women’ (2ª edición 1996) de la británica Juliet Dusinberre, ha proliferado, no siempre al mismo nivel, la consideración de Shakespeare desde una mirada feminista. Otro libro no traducido, ‘Still Harping on Daughters. Women and Drama in the Age of Shakespeare’ (1989), de la también profesora Lisa Jardine resulta revelador, a veces con un sesgo más sociológico que literario. Lo más deslumbrante que se hizo tempranamente en ese terreno, creo yo, es el capítulo tercero de ‘Una habitación propia’, en que Virginia Woolf, mezclando su incomparable sabiduría ensayística con la invención, imagina la existencia de una hermana de Shakespeare, Judith, tan dotada de talento y ansias de ruptura artística como él, pero en quien los condicionamientos vitales "fueron hostiles al estado de ánimo necesario para liberar lo que hay en el cerebro".
7. Novelesco
Germaine Greer, la autora del clásico feminista ‘La mujer eunuco’, también lo es de ‘Shakespeare´s Wife’ (2007), una ocurrente pesquisa novelada sobre la figura de Anne Hathaway, la esposa, ocho años mayor que él, de William. Mark Twain, el responsable del precioso micro-relato "Declaremos que la obra de Shakespeare no es de Shakespeare, sino de un contemporáneo suyo que se llamaba como él", escribió bastante más que eso del Bardo, como lo hicieron Henry James, Joyce, Wilde, Edith Sitwell o Wyndham Lewis, por citar a los de su lengua. Siento debilidad por la novela ‘Nothing like the Sun’ de Anthony Burgess (1964), una fantasía sobre la juventud amorosa de W. S. compuesta con el habitual garbo verbal del autor de ‘Una naranja mecánica’.
8. Mitomanía
Se cuenta en nuestro país con grandes escritores que amaron a Shakespeare y pensaron en él con agudeza, siendo de lamentar, sin embargo, que dos poetas-críticos de la altura de Cernuda y Gil de Biedma, asiduos lectores suyos y conocedores de la lengua inglesa, no escribieran una obra específica sobre aquél. En el XIX destacan las apreciaciones del exiliado Blanco White, tan bien rescatado por Juan Goytisolo, pero a mí me gustaría resaltar los deliciosos apuntes viajeros de Pérez Galdós, recogidos en un pequeño libro, ‘La casa de Shakespeare’ (Rey Lear, 2007), que permite ver una faceta inesperada de Don Benito en tanto que visitante extasiado de la casa de Stratford y quejumbroso de que los españoles no le rindan a su morador el culto que él practica.