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Sangre de la conciencia

Por 10 de diciembre de 2012 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

En las primeras páginas de ‘Invasor’, la apasionante novela de Fernando Marías ahora llevada al cine por Daniel Calparsoro, Tina, la locutora de televisión casada con Pablo, el protagonista, le dice a su marido: "¿Te imaginas que los sirios, por poner un ejemplo, que no tengo nada en contra de los sirios, nos hubiesen invadido y se pasearan con metralletas por la Puerta del Sol?". La novela de Marías fue publicada por primera vez en 2004, cuando la guerra de Irak era un acontecimiento que nos tocaba de cerca a todos, a los combatientes, a los caídos, a los testigos lejanos. Han pasado ocho años y ese frente se cerró; ahora son los sirios -o los palestinos- quienes ocupan las noticias de nuestra vida diaria y quienes siguen muriendo, en guerras civiles sobre las que se ciernen sombras ajenas.
La novela, reeditada con motivo del estreno de la película, sigue siendo tan elocuente como en su primera aparición: una exploración de las falsificaciones oportunistas y los intereses espurios que están detrás de todos los conflictos bélicos, y un reflejo de la conciencia de culpa del ‘justo’ que descubre la injusticia de las invasiones disfrazadas de supuestos actos de salvación. Los guionistas y el director han hecho un eficaz trabajo de adaptación, separándose de lo que en el libro tenía una notable potencia catártica, la idea de la identificación somática y simbólica entre el asesino y la víctima, pero respetando, en imágenes de gran potencia visual y trepidante ritmo, las intenciones del original. Desde su vertiginoso arranque fílmico, una emboscada, una huída y una matanza, la historia de Pablo (Alberto Ammann), el médico militar destacado en acción humanitaria en Irak junto a su amigo el enfermero Diego (Antonio de la Torre), cobra un relieve genuinamente trágico. La segunda parte, situada en una retaguardia aparentemente idílica del norte de España, lejos de estancarse aporta vigor al relato, que deja de ser una película de guerra para convertirse en un ‘thriller’ político. Hay que señalar, en esta segunda mitad, la densidad que le da a su personaje de viscoso funcionario gubernamental el actor Karra Elejalde, dentro de un reparto que funciona sin fisuras.
Se trata, en mi opinión, de la mejor película que Calparsoro ha hecho hasta la fecha, con momentos verdaderamente inspirados; por ejemplo, la punzante escena de la transfusión de sangre, auténtica clave semántica de la peripecia (más en la novela que en la película, todo hay que decirlo), y la del ahogamiento en la playa coruñesa, tan brillante en la forma como patética. El paisaje gallego está, en todo momento, astutamente utilizado.
Me parece que el término se utiliza hoy menos que antes, pero yo diría que ‘Invasor’ es un peliculón. Ignoro el dinero que ha costado y las ayudas que ha tenido, pero sí sé que no tiene nada que envidiarle a los films bélicos norteamericanos más recientes. Y no sólo por la consistencia de la historia y la solvencia de la realización. ‘Invasor’ conmociona asimismo como un alegato audaz contra el despotismo de los señores de la guerra. Que haya sufrido, con excepciones honrosas, una fría acogida de la crítica española, así como una tibia respuesta del público, confirma que el pensamiento débil se extiende cada vez más en la primera, y respecto al público, ¿qué vamos a decir? Mal guiado por los comentaristas, vapuleado por los impuestos que gravan las entradas y ocupado en las compras navideñas (los que puedan costearlas), no ha tenido la ocasión o el nervio de encararse con un fantasma tan mal enterrado entre nosotros como es la guerra de Irak.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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