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Ponzoña

Por 15 de septiembre de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

La vuelta del veneno a la política es la vuelta a la tragedia clásica con menos timbre de gloria. Los asesinos plebeyos usan pistola o cuchillo, y los hay bombásticos que se explotan el cuerpo con tal de matar más almas. El veneno es el arma de los pequeños frascos y las cápsulas de polvo letal vertidas en un licor rojo con sibilino ademán. Medea impregnó de una fórmula magistral de su invención el vestido nupcial de Creusa, regalo envenenado de la hechicera traicionada que hace arder a la inocente doncella, y dentro del gran cast de envenenados y envenenadores del teatro isabelino, cuatro protagonistas de Hamlet mueren en el duelo final del drama fulminados por un bebedizo y un acero tóxico. De ahí que las pócimas resulten tan escénicas: "las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros", dice el verso de Lorca en Poeta en Nueva York.

El disidente ruso Alexéi Navalny, hospitalizado en Berlín y víctima en Siberia de la "medicina Putin", administrada esta vez no con el cabezal infectado de un paraguas sino en infusión, es el último damnificado de una conspiración palaciega. ¿Las sufrimos nosotros? De Internacional me fui a la sección de España: la Moncloa y las Cortes no llegan a tan ponzoñoso grado, ni destaca ahora en las bancadas del parlamento quien quiso imitar a Lucrecia Borgia. Ponzoña. Se trata de una palabra hermosa, más allá de sus efectos mortales. Aparece en el Diccionario renacentista de Covarrubias (que así la llama "porque punza el corazón"), y su sentido lo completa el de María Moliner en su acepción figurada: "se aplica a ideas, sentimientos o costumbres que dañan gravemente al espíritu o a la sociedad". O sea que la ponzoña tiene sus cauces, y fluye, y hace todo el daño que puede en España. Como si no tuviéramos ya bastante con los males del virus que vino de la nada, y sin voluntad de matar.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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