Vicente Molina Foix
Afectado quizá por los sucesos de Irán, que sigo ansiosamente en los periódicos y las pantallas, noche de sueños políticos, con una primera parte colonial en la India. Yo era allí un colonizador británico en el momento en que estallaba una revolución armada; disparos y botes de humo contra la gente como yo. Angustioso retorno a Europa.
Ya en el amanecer, mi cabeza se aligera de malos presagios y retrocede en el tiempo, menos angustiosamente. Yo asistía a un concurso o parada en el que antiguos presidentes de los Estados Unidos y famosos actores de Hollywood hacían la prueba de los zapatitos de Cenicienta. Pero ellos, en lugar de tener que meter sus pies en unos escarpines de seda, tenían que encajar su cuerpo en el asiento de un sidecar, y de un modelo en particular: la muy imponente motocicleta, con su sidecar adosado, en el que, siendo presidentes, se sabía que una noche habían ido de putas. Yo entendía que la prueba se hacía, en realidad, para determinar cuál de ellos había montado en el pequeño vehículo, hecho de tapadillo el viaje hasta el lupanar de la ciudad y practicado el sexo con la profesional, tal vez pagándolo con el dinero del estado. Caras que recuerdo de la prueba del sueño: Lyndon B. Johnson y Thomas Jefferson, éste vestido a la usanza del siglo XIX. Entre los actores que también hacían la prueba, Errol Flynn y otros con atuendo de espadachines y piratas.