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Mundos de Kentridge

Por 26 de diciembre de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

El Museo Reina Sofía se hace a lo largo de cuatro meses (hasta el 19 de marzo de 2018) escenario de un gran teatro que no tiene comparación en el mundo del arte. El artífice que ocupa con su obra las nueve salas de la planta tercera del Edificio Sabatini es William Kentridge, un sudafricano nacido en 1955 y relativamente desconocido del gran público, incluso el informado, creo yo que por su ramificada trayectoria; hace dieciocho años, cuando tuve ocasión de descubrirlo en el MACBA de Barcelona, me pareció un genial excéntrico, sin saber entonces si era un cineasta, un director de teatro o un dibujante. Los años y los reconocimientos (el último ha sido el premio Princesa de Asturias de las Artes 2017) han aclarado el misterio de su identidad, poderosa plásticamente, comprometida políticamente, deslumbradora en una belleza que turba y conmueve, sin dejar nunca la más refinada exigencia formal. Un artista diverso y completo cuya técnica iguala a su inspiración.
 
Aunque el Museo señala que la amplia muestra se centra en su producción para los escenarios, el visitante se encuentra con mucho más que eso. Los esbozos preparatorios de sus montajes de ópera, los vídeos respectivos, los deliciosos diseños de vestuario, son en efecto mementos teatrales de alguien que ahora se disputan los principales coliseos de Europa y América. Pero si tenemos la curiosidad y el tiempo suficiente (es muy recomendable ver las proyecciones, algunas largas y otras breves y magistrales como la de su ‘Ubu’ de 1997), lo que se despliega ante nuestros sentidos es un universo singular poblado de anti-héroes puestos al día, el Padre Ubu de Alfred Jarry, el Ulises de Monteverdi, el Wozzeck de Büchner y de Berg, y una anti-heroína de gran resonancia, la ‘Lulú de Wedekind reinterpretada por la música de Berg y revivida de forma inolvidable, pese a haber surgido accidentalmente, en el montaje que Kentridge estrenó en 2016 en la Metropolitan Opera; sólo por ver de cerca los infinitos recovecos de la maqueta escénica de esa ‘Lulú’ ya vale la pena el desplazamiento a Atocha para disfrutarla en su riqueza, en su asombrosa invención de color y significados.
El teatro y el cine de animación (nada pueril por cierto, ni ablandado) son sus territorios preferidos, pero Kentrigde tuvo también formación en la escuela de Bellas Artes de Johannesburgo, y eso se advierte en las paredes del Reina Sofía, donde, más allá de los elementos corpóreos, las pantallas de plasma y los monitores que nos guían por la obra fílmica y escénica del autor, destellan sus -vamos a llamarlos así para entendernos- ‘cuadros’: la serie de carboncillos de gran tamaño ‘Paisajes coloniales’, tan aguda de concepto como de realización, los dibujos a tinta india sobre papeles impresos, o la que quizá sea la obra maestra seminal del mundo pintado de Kentridge, las ocho piezas grabadas del ‘Ubu cuenta la verdad’, impresionante antesala a la estancia donde se halla el material visual y los trazos a mano hechos ‘in situ’ por el artista.
El final de la exposición tiene un apogeo fílmico que no conviene desvelar, a riesgo de estropear la sorpresa, y un regalo visual tan sofisticado como hechizante: el desfile, encapsulados en dos vitrinas, de la galería de personajes que vistieron al elenco de ‘La nariz’ de Shostakovich, otro de los renombrados montajes operísticos de William Kentridge.
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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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