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Morada

Por 9 de abril de 2021 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

El morado le sienta bien a la Semana Santa, como el luto a Electra, pero esta vez los colores han estado algo revueltos. Las vírgenes y los jesuses nazarenos, confinados, como nosotros, aunque ellos mostrando sin tapujo las lágrimas y espinas de su dolor a los fieles que iban a visitarles, sin ser exactamente convivientes suyos. Y las procesiones por dentro, que son las más angustiosas, como todos sabemos. También muy triste ver el tambor de Calanda sonando fuerte pero subido a un balcón. Ahora bien, como imagen de la semana me quedo con la del ariete rompiendo una puerta en un piso del centro de Madrid.

Es bueno que la justicia ponga coto a los excesos de la autoridad, y entrar en casa ajena a hachazos sin duda es una manera algo brusca de irrumpir. ¿Irrumpir? ¿No es el deber de la policía interrumpir una violación flagrante de la convivencia y de los horarios establecidos en una grave crisis?  Pero aquí viene el mac guffin de la calle Lagasca, por decirlo al modo del cine negro. Los vecinos sufrientes que llamaron a las fuerzas de seguridad ante el jolgorio y el amontonamiento en la madrugada (ambos prohibidos legalmente), trataban de dormir y cuidar su salud; no permitir el acceso a ese piso estruendoso era una manera de esquivar la denuncia y proseguir el delito, cuya verdadera dimensión era imposible saber a puerta cerrada; dentro había, se supo después, 14 transgresores, un número no desdeñable de los más de 10.000 sancionados y en algunos casos detenidos, por toda España, entre Jueves Santo y Domingo de Resurrección. ¿Piso turístico lleno de 14 infractores? Morada inviolable, dicen otros, tal vez los mismos que dicen que eso dice la ley. Pues que se lo digan al vecino que llevaba cinco noches soportando fiestas en el edificio, y hastiado llamó a la policía. A él y a los demás habitantes pacíficos que estaban, de verdad, pasándolas moradas.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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