Vicente Molina Foix
Salvo la de la compra, inapelable, todas las listas corren el riesgo de ser injustas o equivocadas. Pero ¿qué haríamos nosotros, pobre mortales, sin esa lotería de Babel para distraernos y vivir la ilusión de que nuestros designios son trascendentales? Al celebrar sus primeros cien números, publicados en los nueve años trascurridos desde que, a principios de mayo de 2007, apareció la revista entonces llamada Cahiers du cinéma España y hoy conocida como Caimán Cuadernos de cine, el equipo que la dirige con empeño y solvencia ha tenido -entre otras actividades programadas- la iniciativa, nunca antes hecha en nuestro país a tan gran escala, de pedir a 350 personas vinculadas de una u otra forma al cine, su lista de las diez mejores películas de la historia del séptimo arte español. El cuadro de honor resultante, en algunos casos con explicaciones o justificaciones de los votantes, depara sorpresas.
‘Viridiana’ de Buñuel resulta ser la mejor de todas, a trescientos puntos de diferencia de la segunda, ‘El espíritu de la colmena’, seguidas ambas por dos títulos de Berlanga, ‘El verdugo’ y ‘Plácido’; la quinta, sin embargo, constituye un acontecimiento ‘epocal’, como dicen los mejor hablados. En 1979, cuando se vio de tapadillo en el desaparecido cine Azul de Madrid, ‘Arrebato’, de Iván Zulueta, fue defendida a ultranza en la prensa por tres o cuatro personas, entre las que me cabe el orgullo de haberme contado, mientras la plana mayor de la crítica la ignoraba, la vituperaba y poco menos que pedía su prohibición. Zulueta murió a finales de 2009 apartado de la creación cinematográfica, como lo están, a su pesar, Jaime Chávarri (cuya obra maestra ‘El desencanto’ logra el puesto número diez), Erice, Mario Camus, Patino o Regueiro, entre otros directores que encabezan el cómputo de los más votados.
La lista de Caimán da que pensar. Varios de los consultados votan con frivolidad, y nadie se lo podrá reprochar, pues nada hay más veleidoso que ponerle puntos y orden de preferencia a las obras artísticas. Pero no todo es capricho, olvido o diseminación de preferencias, como la que sufre, y no es el único, el para mi gusto mayor cineasta vivo de nuestra historia, Manuel Gutiérrez Aragón, votado por muchas de sus películas sin que ninguna aparezca entre las cien mejores. Inaudito.
Mas allá de la flagrante injusticia de estas competiciones, el tiempo y las modas dejan mella. Directores nuevos de calidad más que dudosa son entronizados en la lista, en algún caso votados en masa por sus paisanos. El cine también produce, como es lógico, su ‘prêt-à-porter’ de temporada. Pero el tiempo sirve asimismo para hacer justicia poética, y esta es una de las virtudes de la lista de Caimán. Zulueta es aquí sacado oficialmente del purgatorio de una España negra y cateta que no podía tragar el perfil escabroso de sus historias, y a la vez encontramos a otros olvidados en razón de su pertenencia al bando triunfador de la guerra civil. El más grande de todos ellos fue en mi opinión Edgar Neville, aristócrata y franquista libertino, cuya filmografía es encumbrada en la votación, con dos magistrales obras entre las primeras cuarenta y varias más incluidas en la pedrea de las menciones.