Vicente Molina Foix
"La sanguínea, la ciclópea, la monstruosa, la tormentosa, la irresistible capital del cheque". Así describe Nueva York, en una prosa poética escrita hace más de cien años, Rubén Darío, sujeto ya entonces a la fascinación no exenta de repudio que la Gran Manzana ha ejercido en los literatos, sobre todo los que viajan a ella desde otros países. García Lorca es en nuestra lengua un ejemplo clave de ello, gracias a la sublimación surrealista de ‘Poeta en Nueva York’, y en especial al poema titulado ‘New York Oficina y denuncia’, donde leemos estos versos: "Debajo de las multiplicaciones / hay una gota de sangre de pato. / Debajo de las divisiones / hay una gota de sangre de marinero. "
La obsesión de los números, de la sangre, del dinero. Nueva York esconde mucho más que un apogeo del capitalismo y la violencia, y todo queda reflejado en ‘Geometría y angustia. Poetas españoles en Nueva York’, la muy completa antología de Julio Neira que acaba de publicar la colección Vandalia. Cuatro nombres fundamentales jalonan las trescientas páginas de la selección: Juan Ramón Jiménez, Lorca, José Hierro y el ‘raro’ y fascinante José María Fonollosa, que saluda así a la ciudad: "No hay nada bueno en ti. Por eso te amo". Juan Ramón, como un niño, se deslumbra, en su maravilloso ‘Diario de un poeta recién casado’ de 1917, ante los mareantes anuncios luminosos de Broadway: el cerdo que saluda con su sombrerito de paja, la botella que despide su corcho colorado, la "pantorrilla eléctrica, que baila sola y loca, como el rabo separado de una salamanquesa". Hierro, que le dedicó monográficamente su último gran libro, ‘Cuaderno de Nueva York’, figura con varios poemas, aunque yo echo en falta su magistral ‘Oración en Columbia University’; él cierra la antología de Neira con una despedida de encendido amor y acre resentimiento: "Sé que no me echarás de menos".
Al lado de esos grandes poetas el libro incluye muchos más, unos todavía jóvenes y otros, vivos y muertos, de muy reconocida trayectoria, como Gimferrer, Luis Alberto de Cuenca, García Montero, Benítez Reyes, Gamoneda, García Baena, Pérez Estrada, Celso Emilio Ferreiro, Alberti, Cernuda, Salinas o Carmen Martín Gaite, representada por su largo poema ‘Todo es un cuento roto en Nueva York’, sugestiva evocación del itinerario urbano de una "mujer perdida por Manhattan".
‘Geometría y angustia’ está dividido en capítulos temáticos, y mi favorito es el que precisamente se titula ‘La ciudad del cheque’, en homenaje, que aquí reitero, a Darío. En esa parte destacan para mi gusto dos poemas de signo marcadamente social muy distintos entre sí. Al modernista Emilio Carrere le espanta la "Ciudad mala, ciudad fría, / insensible a la agonía / y al hambre de los demás", calificándola de "sierva del talonario" y de "ciudad rica y decadente / bien roída por el diente / de Satanás". Menos truculenta, pero no menos acusativa se muestra Concha Zardoya (1914-2004) en su muy percutiente ‘En esta gran ciudad hay catedrales’ (1983), composición de ecos lorquianos que desarrolla en forma de letanía el motivo del ceremonial económico: "las misas, calculadas puntualmente, / celébranse a compás de las ganancias". Esa estampa de Nueva York no ha perdido vigencia.