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‘Fly’ Almodóvar

Por 7 de marzo de 2013 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

‘Los amantes pasajeros’ contiene un artefacto de relojería programado para explotar al cabo de noventa minutos, y hasta que llega el final, que no debemos contar, el tic-tac acompaña con infalible mecánica la máquina de hacer reír. Luego, el espectador regocijado sale a la calle y recapacita: ¿dónde acaba este viaje enloquecido, dónde empieza la vida real?

    Siempre he admirado en el cine de Almodóvar, entre otras cosas, el afán de no pisar dos veces el mismo terreno trillado, por mucho que, como es propio de los artistas con un universo peculiar, en sus películas reaparezcan de manera constante ciertas premisas, ciertas fijaciones, un humor irreverente, una estilización escénica que no puede ser más fílmica. Después del fascinante relato gótico de posesión malsana y sublimaciones amorosas que fue ‘La piel que habito’, el cineasta ha vuelto a la comedia disparatada, deslenguada, pero no lo hace a modo de ‘remake’ ni ‘autocita’. Se diría, por el contrario, viéndola, que hay una mirada más irónica y más madura a personajes y situaciones que Almodóvar exploró en su juventud radical, tratados ahora con el paroxismo y la insolencia que el momento presente justifica de sobra. Pocas veces he visto en el cine europeo, e incluyo al propio Pedro de sus tres primeras películas, un grado tal de libertad expresiva en el desenfreno sexual, en la verbalidad ‘camp’, en la alusión política, como el que ‘Los amantes pasajeros’ muestra. Sólo hago votos, en bien de la salud mental del país, para que no le pongan pleito a El Deseo el SEPLA, ni el gremio de los auxiliares de vuelo, ni AENA, ni la Casa Real española, ni el colectivo gay, deliciosamente satirizado en alguno de sus modismos. La sorna ‘almodovariana’ es constante y contagiosa, explosiva.

     La película sucede toda en un avión, pero tiene tres escapes a tierra firme muy bien colocados: el arranque, un descacharrante entremés andaluz de Penélope Cruz y Antonio Banderas, la escena del Viaducto y sus alrededores, con una Paz Vega en asombrosa metamorfosis, el aterrizaje final. Una vez despegada la aeronave, el vuelo es como un gran teatro del mundo actual tratado en clave de esperpento psicotrópico y musicalizado: el ‘I´m so excited’ de las Pointer Sisters bailado por los tres azafatos resulta memorable, y en un reparto amplio y muy homogéneo destacan los dos pilotos (Hugo Silva y Antonio de la Torre), el auxiliar más desmelenado, Raúl Arévalo, y la recobrada Cecilia Roth, que, con un vestido deliberadamente imposible, se burla de sí misma y llega en su burla "a lo más alto".

     Una consideración final para uso de espectadores distraídos. En el accidentado trayecto del avión llamado ‘Chavela Blanca’ (en doble homenaje a dos fallecidas amigas del director) la acción más trepidante, más descocada, sucede en la clase ‘business’. Pero el avión también va repleto en la clase económica. La cámara la enfoca numerosas veces, y la vemos siempre dormida. La tripulación les ha echado un narcótico en la comida para que no se enteren del desastre al que el vuelo va encaminado. Ese sueño inducido, esa droga para disipar la realidad, es una metáfora, y no la única, de una película revulsiva que sacude tanto como divierte.  

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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