Vicente Molina Foix
Hace ya años, cuando yo mismo era un joven novelista y poeta deseoso de aprender de los mayores, cayó en mis manos ‘La novela lírica’, un estudio muy sugestivo del norteamericano Ralph Freedman, aquí publicado por Barral Editores. Para substanciar su tesis de que la novela lírica es la que adopta una forma original de trascender -sin abandonarlo- el movimiento causal y temporal de la narración, Freedman se centraba en la obra de Hermann Hesse, André Gide y Virginia Woolf, cuyo famoso ensayo ‘Mr. Bennett y Mrs. Brown’ fue una proclama fundamental en el arte de combatir literariamente contra un modo de decir la verdad tan esforzado o machacón que "la verdad acaba por llegarnos en unas condiciones más bien exhaustas y caóticas", escribía la autora de ‘Orlando’.
El nuevo libro del muy premiado y todavía joven poeta cordobés Joaquín Pérez Azaústre, ‘Corazones en la oscuridad’ (Anagrama, Barcelona 2016), es una novela lírica llena de incidencias épicas, en la que lo dramático, lo reflexivo, lo histórico y lo íntimo fluyen unidos sin la menor disonancia. Una novela que cuenta con empuje y sentido del ritmo narrativo algo tan delicado como la pérdida (de la memoria, de la persona amada), y habla del tiempo y sus vulneraciones, presentándonos con elegante elocuencia el contraste de lo nuevo -esas percutientes escenas de los nuevos barrios periféricos de la gran ciudad- y lo que ya ha sido pero aún permanece, representado por personajes tan sugestivos como los actores en declive, Claudio y Josefina. Hay más de un corazón latiendo en la oscuridad que refleja Pérez Azaústre, siendo los femeninos los que centran el relato, al revelarnos su densidad, su ansiedad, el conflicto de su libertad. Un arranque de enorme fuerza en el episodio de violencia sexual que sufre la protagonista, Nora, deja paso paulatinamente, en trazos muy delicados, a las demás figuras importantes, su hermana Susana, la madre de ambas, que recorre toda la novela en su difuminada dimensión de ausente, y Paul, el marido de Nora, que vuelve desde el más allá cuando es, al caer la noche, deseado.
El libro, cuyo argumento y sorpresas no conviene destripar, tiene una parte final que raya en la fantasmagoría, mientras se van desvelando los secretos de la familia, el significado de unas pinturas y la historia del Hotel Pacífico, que se alza junto al mar como una metáfora, un tótem, una amenaza y un refugio. El hotel y sus moradores, diseminados en tiempos distintos, son siluetas llenas de sombra y misterio, muy bellamente capturadas por el poeta narrador.
En la versión ampliada de su ensayo citado, publicada en 1924 bajo el título de ‘Character in Fiction’, Virginia Woolf, desarrolla el personaje imaginario de la señora Brown encontrada por azar en un tren y a la que la novelista elige como posible modelo de un nuevo modo de relatar lo real sin machacarlo con la insistencia en lo verosímil y lo natural, porque, nos recuerda Woolf, también "lo espasmódico, lo oscuro, lo fragmentario", son componentes esenciales de la ficción, como sucede brillantemente en ‘Corazones en la oscuridad´.