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El yo de Hitchcock

Por 20 de diciembre de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

Por encima de su obra fílmica, una de las más substanciales y creativas de la historia del cine, la gente, mucha gente, conoce a Hitchcock por su ego, que era efectivamente de considerable volumen. Grueso y grandioso, irónicamente redicho de voz, la vocación egocéntrica de este gran artista se mostraba a la menor ocasión: al presentar ampulosamente la serie televisiva de sus historias de miedo (372 episodios), en la infalible aparición personal, a veces recóndita, en cada uno de sus largometrajes, en el talento para venderse él junto a su producto, y en el mando férreo que ejercía sobre sus actores y su equipo artístico, aprovechando que el enorme éxito comercial de la mayor parte de sus títulos le daba carta blanca en Hollywood.

De todo eso y de otros particulares se ocupa la sugestiva y muy bien concebida exposición ‘Hitchcock, más allá del suspense’, comisariada por el cineasta y profesor Pablo Llorca y abierta en el espacio Fundación Telefónica de Madrid hasta el 15 de febrero del año próximo. Dividida en cinco secciones, el visitante tendrá ocasión de descubrir no pocos de los entresijos de la labor del cineasta  americano nacido en Inglaterra: trucos del ilusionismo genial que hizo memorables tantas de sus películas, así como mementos, fragmentos, dibujos, carteles, ‘storyboards’ y un rico material colateral, como el trabajo de narración fotográfica que Hitchcock ideó, por encargo de la revista Life, para hacer cautelosos a los americanos en mitad de la segunda guerra mundial. Pero también hay suspense, y miedo para los miedosos, como en la estupenda recreación de la secuencia de la ducha de ‘Psicosis’, en la que, además de las imágenes y los componentes del baño donde se produjo el más famoso asesinato creado para la pantalla, podemos ver la escena tal como la concibió originalmente el director, sin ningún sonido externo, y a continuación con la conocida partitura de Bernard Herrmann, que supo convencer al Maestro de la necesidad de esa electrizante música que le escribió.

   Puritano y monógamo, como buen alumno educado en el catolicismo más estricto, Hitchcock nunca traspasa en su cine los límites del recato, siendo a la vez inquietantemente libidinoso, algo que se refleja en el tercer apartado de la exposición, ‘Mujeres y Hombres’, donde podemos ver los cinco besos más tórridos de su obra. Besos que dan, entre otras actrices, sus tres iconos eróticos preferidos, Grace Kelly, Kim Novak, y Tippi Hedren; de esta última, a la que moduló a la vez que la torturaba, supo hacer, pese a sus limitaciones interpretativas, una heroína inolvidable.

    Exigente, cuidadoso hasta extremos maniáticos en los vestuarios y los decorados de sus películas, este humorista de lo tenebroso fue uno de los formalistas más exquisitos que ha habido, sin dejar por ello de fascinar sensorialmente a todo tipo de espectadores. Su carrera empezó en el cine mudo británico y acabó en 1976 con ‘La trama’, que no está entre sus mejores títulos. La exposición, sin pretender abarcar los más de cincuenta años de actividad de este prolífico cineasta, consigue revelarnos sus obsesiones y resaltar su poderoso influjo en el arte, el cine y el pensamiento contemporáneo, en un arco muy amplio que alcanza desde los libros de los filósofos Eugenio Trías y Slavoj Zizek hasta la instalación del artista centroeuropeo Jeff Desolm que, a partir de ‘La ventana indiscreta’, cierra sorprendentemente el recorrido. 

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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