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El libro como ilusión

Por 15 de junio de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

La lengua inglesa es tan económica que a veces llega a parecer tacaña. Uno de los casos más llamativos de este ahorro verbal se da en la palabra "book", que mucha gente piensa que significa "libro". Lo significa, sí, en una de sus acepciones, pero hay otras. "To book" es reservar, hacer una reserva de avión, de hotel, de entradas para el teatro o el cine, efectuadas por libre o en una ‘booking-office’, y, en este mismo orden económico, el "bookmaking" está ligado a las apuestas, una afición muy extendida en las Islas Británicas. En las calles mayores de todas sus ciudades hay oficinas de "bookmakers", corredores de apuestas, y tal vez la práctica más sorprendente para los españoles sea la de apostar por los ganadores de un premio literario, y en particular por el más prestigioso y dotado de Gran Bretaña, el Booker Man, que ya en su nomenclatura casual (Booker es el nombre de la firma patrocinadora)  predispone tanto al libro como a la polisemia.

    Pensaba en estas cosas en una de mis visitas a la Feria del Libro de Madrid, que ayer se clausuró en el Retiro. ¿Se ha dicho todo sobre este acontecimiento anual? Probablemente se ha dicho y se ha escrito ya todo, pues los escritores, aquellos que descansan más de la cuenta en la firma de sus propios libros, cavilan en los intermedios y luego, al llegar a casa con la mano no excesivamente fatigada, le dan a la techa y confeccionan una columna periodística. Como ésta, por ejemplo. Se ha dicho ya, por tanto, infinidad de veces que las ferias y los días del libro celebrados por toda España entre la primavera y el verano son unas jornadas de venta directa del producto que los editores y los libreros legítimamente organizan y a las que se suman, con variables grados de entusiasmo, los firmantes virtuales, incluido el arriba firmante. Se ha contado el malhumor con los bolígrafos que cierto conocido dramaturgo y articulista muestra a veces en las casetas, de su habilidad para insultar a las señoras que aguardan su firma sin que las damas pierdan la sonrisa y la paciencia. Se ha contado, quizá él mismo lo ha hecho, la vez en que a Fernando Savater una chica le pidió en el Retiro no una dedicatoria sino un gesto, levantarse de la silla oculta del público por la montaña de libros, para verle de cuerpo entero, sin expresa intención de compra. Y se han contado las estratagemas de algunos novelistas, que ponían antes sus teléfonos debajo de la rúbrica y ponen hoy su dirección de correo electrónico, tal vez para estrechar vínculos meta-literarios fuera de los horarios comerciales.

    Si bien en los últimos años la feria de Madrid ha colocado en la avenida central del Paseo unas jaimas para albergar presentaciones, coloquios y mesas redondas, la naturaleza económica de las jornadas es evidente, aun cuando sus responsables tratan de mitigarla. Ya no se publican las listas de los más vendidos (con lo que tampoco se da la posibilidad de que un hipotético "bookmaker" madrileño las sometiera al juego de las apuestas), pero me llegan noticias de que vendedores avispados aceptan el otro tipo de "booking" en sus "books", apartando previamente a la firma de la autora best-seller o el novelista histórico un cierto número de ejemplares pre-pagados, asegurándose así el comprador la firma ‘in absentia’ y eliminando el riesgo, no tan infrecuente como se cree, de que las casetas se queden sin existencias del libro de éxito.

    Nos gusta en España, y hablo aquí no como escritor sino como representante individual del género humano, poner a prueba a los artistas de la palabra, exigiéndoles que la frase que sigue al nombre del comprador sea ingeniosa o tierna o conmovedora, sin tener en cuenta que el género de la dedicatoria es más arduo que el de la buena novela o el buen poemario. Los ingleses, tan dados ellos a reservarlo todo con gran anticipación y apostar por los bienes culturales, respecto al libro son modestos, al conformarse con la firma de los autores, sin frase, aligerando de ese modo las aglomeraciones que pudieran darse dentro de la librería o delante de la caseta.

    Ahora que es frecuente el cruce de apuestas sobre el futuro de los libros impresos, yo me muestro tranquilo. El libro de papel tiene aura, tiene presencia, tiene olor, y tiene (y esto es crucial para algunos lectores que, como yo, divagan y elucubran en los márgenes de las obras amadas) sitio para escribir al lado. Me río yo, por eso, de los que hablan del incomparable ‘feedkack’ del libro electrónico. ¿Hay acaso mayor interactividad que la del diálogo entre un objeto real, en su carne y hueso de papel, y una mujer o un hombre, un niño o una niña, que lo hojea, lo sopesa, lo besa, le dobla un ángulo o lo anota, convirtiéndolo así en el documento de un tiempo propio y un espacio de lectura físicamente memorable?

   Sin mencionar, claro, lo que en estos días de feria despertaba más ilusión. ¿Cómo se firma un ‘kindle’?

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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