Vicente Molina Foix
Nunca me ha gustado la palabra, que tan cercana suena a ‘segundones’. Han sido, sin embargo, quizá la mayor gloria del cine español, o al menos la menos discutida en un país que parece tener como segunda afición acendrada, después del fútbol, la de meterse con su cine. Nadie, desde que tengo memoria, ha dejado de reconocer que la galería de actores de carácter españoles es absolutamente deslumbrante, en nada envidiable a la que ofrece Hollywood o el cine italiano. Los británicos, los franceses, los argentinos, son, en mi opinión, y dentro de lo injusto que es generalizar, más brillantes en el registro protagonístico.
‘El dios de madera’ tiene un cuadrilátero de intérpretes que sostienen, en dobles parejas, la trama de la película. Pero no están solos, como lo estaban -por equipararme temerariamente a uno de los más grandes- los cuatro actores principales de ‘Saraband’, la obra maestra final de Bergman. Mi historia trata de componer un mosaico de pequeñas escenas y situaciones y personajes que intervienen a modo de ecos, fondos o ‘replicantes’ de los protagonistas, y de ahí que, teniendo la suerte de haber encontrado cuatro ases para los roles principales de la madre, el hijo y los dos ‘intrusos’ africanos, el proceso de elección del numeroso coro de secundarios hubiese de ser largo y minucioso.
Hoy quiero retratar aquí con su imagen y unas pocas pinceladas a tres de los característicos (la palabra es la adecuada, y la que preferiblemente se usa en otras lenguas) de ‘El dios de madera’. Son tres mujeres de distinta edad que, como sucede a menudo, también tienen capacidad y experiencia de protagonistas. Lo es Vicenta Ndongo de la muy reciente y muy interesante película de Cesc Gay ‘V.O.S.’, y lo han sido en teatro y televisión dos actrices valencianas más veteranas, Empar Ferrer y Lola Moltó. Vicenta tiene sólo una escena en la película, dos Empar y alguna más Lola (que sería de hecho el personaje de más entidad tras los cuatro protagonistas). La mulata que quiere reivindicar su ‘parte clara’, la dueña de una pensión o cubil de emigrantes, la zapatera puntillosa. Las tres han creado concisamente un personaje, y las tres lo han potenciado por encima de lo que el director tenía en la cabeza. Las tres tendrán sin duda muchos "cinco minutos" más de ese brillo estelar al que se refería, en su citada frase, Warhol.