Vicente Molina Foix
En la sobria pero hermosa lápida de granito negro de Finlandia que la ciudad de Málaga ha puesto encima de los restos de Jane Bowles sólo hay una leyenda debajo del nombre: "Cabeza de gardenia", atribuida a Truman Capote. El autor de ‘A sangre fría’ fue amigo y fan acérrimo de la Bowles, y por escrito la describió, en el prólogo a la edición de sus (pequeñas) obras completas publicada en 1966 con "su cabeza de dalia de desmochado pelo". Otros testimonios posteriores y el recuerdo de uno de los íntimos aún vivos de la escritora, Pepe Carleton, hablan de que la flor usada comparativamente era la gardenia. Probablemente Jane Bowles se levantara un día con el pelo pincho de la dalia y otro con los cabellos en pétalo recogido de la gardenia, y las dos flores de su cabeza se le irían marchitando a medida que se consumía en la clínica malagueña donde murió joven el 4 de mayo 1973.
Ha sido una semana de recuerdo a Jane y a Paul, en una serie de actos tocados misteriosamente por la gracia a la vez chispeante y desdichada de esta singular pareja. El homenaje fúnebre del cementerio, el lunes 5, tuvo sol y viento y la breve música de la flauta de Richard Horowitz, uno de los dos compositores de la banda sonora de ‘El cielo protector’ de Bertolucci, evocando el aire y la arena y el tránsito de los ‘outsiders’ felices de serlo. Y es bellísimo el entorno de la tumba, en ese cementerio decimonónico de San Miguel en el que todo acoge y acompaña a los vivos que no se olvidan de sus muertos. (Resulta pintoresco, y sin duda a ella le habría hecho gracia, que la tumba más próxima a la de Jane, y ahora más modesta que la suya, sea la del grandilocuente poeta modernista Salvador Rueda).
Por la tarde del mismo día, el salón de actos del Museo del Patrimonio se llenó para una nutrida sucesión de mesas redondas ‘bowlianas’ iniciadas con la presentación del poeta y novelista Alfredo Taján, que en su capacidad de director del Instituto Municipal del Libro ha sido el entusiasta impulsor de las jornadas y las diversas publicaciones asociadas. Tuve la satisfacción de participar, junto a Jorge Herralde y Juan Cruz, en la que se centraba en las obras de narrativa de Jane, que Anagrama ha reeditado en un solo volumen. Pero yo recomiendo también otros libros ahora aparecidos, desde el más modesto, la edición por el propio Instituto de la deliciosa obrita breve para marionetas crueles ‘A Quarreling Pair’ (que Luis García de Ángela traduce como ‘Una pareja en discordia’ y yo llamaría ‘Una pareja de litigantes’), hasta el impresionante y muy bien editado e ilustrado volumen colectivo ‘Jane Bowles, últimos años’. Sin olvidar el título que a mi juicio es el mejor de Jane Bowles, al lado de su magistral e influyente relato breve ‘Placeres sencillos’: la obra teatral ‘En el cenador’, un poema escénico de madres e hijas maliciosas, volubles, elocuentes y atormentadamente felices.