Vicente Molina Foix
La conocida frase de Stendhal respecto a lo mal que le sienta a la novela el discurso político ("como el estallido de una bomba en mitad de un concierto") cobra un relieve particular a partir de las obras de ficción que introducen o reflejan en sus argumentos los dos mayores atentados terroristas ocurridos en países que estaban, por así decirlo, en paz. El 11 de septiembre estadounidense ha inspirado de distinta forma a Don DeLillo y a Paul Auster, siendo el británico Martin Amis quien, a mi juicio, más frontalmente lo ha plasmado en una elocuente serie de ensayos y dos ficciones, recogidas en el libro ‘El segundo avión’ (Anagrama). En España, Adolfo García Ortega y Ricardo Menéndez Salmón son dos autores que de modo muy distinto han dramatizado narrativamente la jornada madrileña del 11 de marzo, que ahora vuelve a ser noticia literaria con la aparición de la novela de Manuel Gutiérrez Aragón ‘La vida antes de marzo’, ganadora del reciente Premio Herralde, en cuyo jurado figuro.
Aun siendo una ‘opera prima’ no vamos, por supuesto, a presentar aquí a su autor, a mi juicio uno de los grandes directores del cine español contemporáneo, junto a Berlanga y Almodóvar. Conocido ya por sus serios afanes literarios, sus artículos y el especial cuidado en la escritura de sus guiones (tanto los propios como los de encargo), Gutiérrez Aragón ha hecho una novela que arranca en el estilizado mundo telúrico de tantos de sus títulos inolvidables (‘El corazón del bosque’, ‘La mitad del cielo’, ‘Demonios en el jardín’, ‘Visionarios’), para desarrollar después, dentro de un sorprendente marco de ciencia-ficción, una trama que da protagonismo a los autores de los atentados ferroviarios de aquel trágico día de marzo.
Al contrario que Amis en su relato ‘Los últimos días de Mohamed Atta’, ocurrente reinvención interiorizada de las últimas horas del principal cerebro del 11-S, Gutiérrez Aragón introduce a los personajes de los marroquíes (y sus cómplices españoles) que serían declarados culpables de los atentados, observados desde fuera, desde la mirada de uno de los dos narradores que hablan y se entrecruzan en el libro. Esta visión, sin escamotear de ningún modo el perfil de los principales personajes árabes, sirve para presentar de un modo atractivamente novelesco las ‘razones’ y el lado oscuro fanático, misterioso, de esta nueva forma de guerra letal representada por un terrorismo islámico movido hasta el extremo más sangriento y cruel por un supuesto mandato religioso.
No espere sin embargo el lector, y no lo esperará quien conozca la importante filmografía de Gutiérrez Aragón, el estallido ideológico de la bomba temida por Stendhal. El atisbo político y la acción terrorista son fondos que le dan al libro su color y su emoción. Pero el autor, fiel al espíritu de su obra cinematográfica, los trenza en una historia central que vuelve al núcleo familiar, a los padres terribles y el tema del cainismo, sin prescindir, en un registro de elegante humorismo, de los toques de magia rústica que tanta originalidad han dado a su universo imaginario, ahora brillantemente renovado desde un prisma estrictamente literario en ‘La vida antes de marzo’.