Vicente Molina Foix
Juan Benet tuvo en vida fama de hombre agrio y escritor infranqueable. A veces era muy impertinente, y al escribir moroso, con la delectación en la frase que nadie se atreve a criticar en Proust o en Musil o en Faulkner. Tuve la suerte de conocerle y tratarle de cerca más de veinticinco años, y a su lado, pero también leyéndole, no paré de reír.
Ahora sale en un hermoso volumen ilustrado de 432 páginas su ‘Teatro completo’, que es mucho más extenso de lo que lo fue una primera edición en 1973 publicada bajo el mismo sello, Siglo XXI. Yo mismo he contribuido con un prólogo al libro, en el que me detengo con detalle en los trece títulos dramáticos del conjunto, pero aquí sólo quiero hablar del humor ‘benetiano’. El hecho de que el ingeniero de Caminos y novelista madrileño muerto en 1993 planeara sus grandes novelas con la misma complejidad estructural y detalle en la construcción verbal que ponía en sus presas y conductos hidráulicos puede despistar al lector medio, como durante tantos años despistó a una buena parte de la crítica. Benet era sublime en la escritura, cultivador de un "gran estilo" repleto de meandros y alusiones eruditas, pero en ninguna página de ninguna de sus obras faltaba el brillo de la comicidad y del esperpento, de los retruécanos y las situaciones disparatadas. Como sucede con otro gran escritor del siglo XX, Samuel Beckett, el arbolado trágico y nihilista de su obra (también compuesta, como la de Benet, de novelas y piezas escénicas) puede ocultar el fondo de su personalidad literaria, que es esencialmente cómica.
Benet no tuvo suerte en las tablas. Como cuenta con detalle el compilador del volumen, Miguel Carrera, los directores y programadores españoles de su tiempo nunca se acercaron a los tres títulos mayores de su producción escénica, ‘Anastas o el origen de la constitución’, ‘Agonía confutans’ y ‘Un caso de conciencia’, escritas entre 1958 y 1967. ‘Anastas’, una farsa política de elocuente causticidad (y yo diría que lacerante actualidad), tuvo alguna representación no profesional, que, pese a su modestia, ilusionó a su autor, el cual, por desgracia, no vivió lo bastante para ver el estreno en París de su ‘Agonia confutans’, traducida al francés y puesta en escena en uno de los grandes teatros parisinos, MC 93 Bobigny. Aquel montaje de Daniel Zerki, interpretado por dos grandes actores de la Comédie Française daba razón además al latente espíritu de comediante que en su vida y en sus escritos siempre tuvo el autor de ‘Volverás a Región’.
En el ‘Teatro completo’ están los textos largos, alguna pieza anterior y, como novedad absoluta, entremeses ocasionales que muestran una variedad de registros a la vez que ciertas prefiguraciones del mundo ficticio de Región creado por el novelista. Destaca para mí en esa parte totalmente inédita su micro-relato escénico ‘Apocación’, la incompleta ‘El caballero de Franconia’ y el extraordinario disparate cómico-taurino ‘El último homenaje’, escrito en colaboración con Pepín Bello, amigo mayor y compañero (al lado otras veces de Rafael Sánchez Ferlosio, Javier Pradera o Carmen Martín Gaite, por ejemplo) de las representaciones a puerta cerrada a las que se tuvo que limitar el teatro breve de Benet.