Vicente Molina Foix
Inesperadamente, al cumplir los 70 años, la reina de España ha sentido celos de los homosexuales. Cada verano, la fiesta del orgullo gay se celebra en Madrid de una manera espectacular: cientos de miles de gays y lesbianas toman las calles del centro de la ciudad en un desfile lleno de música, alegría ruidosa, ropa escasa y muchas capas de maquillaje. Esa cabalgata que cruza toda la Gran Vía se ha convertido en los últimos años en la más multitudinaria y vistosa de las que en Europa marcan el Día del Orgullo, y los numerosos niños que desfilan o simplemente asisten con sus padres (quizá sólo bisexuales), disfrutan especialmente de las carrozas engalanadas, más de 50 el pasado mes de junio. Pues bien: la reina Sofía acaba de decir en un libro presentado en España la semana pasada que, aun aceptando que se pueda dar la homosexualidad en los seres humanos, lo que ya no entiende es que se sientan orgullosos de serlo, y mucho menos que lo manifiesten: "¿Que se suban a una carroza y salgan en manifestaciones? Si todos los que no somos gays saliéramos en manifestación…colapsaríamos el tráfico". Esas palabras las dice la madre de tres hijos cuyas bodas han colapsado completamente en los últimos años las principales ciudades de España (Barcelona, Sevilla, Madrid) durante varios días. Claro que esos matrimonios de las infantas Elena y Cristina y del príncipe Felipe no eran con personas de su mismo sexo (la reina Sofía también está en contra del matrimonio gay aprobado por el parlamento español), aunque no se puede ocultar el hecho de que Cristina se casó con un jugador de balonmano y Felipe con una locutora de televisión divorciada. Todos debidamente heterosexuales, mientras no se demuestre lo contrario.
Ya se sabe que a las cabezas coronadas les gusta mucho manifestarse en carroza, no sólo en los días de boda: la reina de Inglaterra tiene una colección de carruajes casi tan grande como la de sus bolsos de mano. La reina Sofía, que tuvo que interrumpir la práctica de la solemne manifestación regia cuando en su país natal, Grecia, derrocaron a la monarquía, tuvo la suerte de casarse con un príncipe que acabó siendo rey, por la gracia del General Franco, y desde entonces Don Juan Carlos y Doña Sofía se manifiestan siempre que pueden por las calles de todo el reino en hermosos coches tirados por caballos de raza.
Tenida siempre por una mujer discreta, culta y prudente, el estupor ha sido general por las declaraciones de la reina a la periodista del Opus Dei Pilar Urbano, con la que mantiene buena relación desde antiguo; éste es el segundo libro que hacen juntas, y Urbano asegura que el texto fue revisado y aprobado por la Casa Real antes de su publicación. ‘La Reina muy de cerca’ (ése es el título del libro, un éxito de ventas instantáneo) contiene opiniones ofensivas para una gran parte de la población española, no sólo los homosexuales. Doña Sofía está en contra del aborto, en un momento en que el gobierno de Zapatero prepara una ampliación de la ley ya existente, insiste en que a los niños se les obligue a estudiar religión en las escuelas (¿para que no se desvíen sexualmente?), y habla del origen de la vida ignorando, ella que es tan lectora, las obras de Darwin. Si las ideas privadas de esta mujer -cuyo deber constitucional es no expresarlas en público- son así de retrógradas y de pueriles, la idea de una monarquía ilustrada que teníamos tantos españoles no monárquicos ha de ser seriamente revisada. Lo único en lo que se muestra ‘sostenible’ Sofía será quizá lo que más irrite a los tradicionalistas: a la reina no le gusta el deporte nacional, las corridas de toros.
Ha sido muy cobarde la reacción del gobierno de Zapatero, eludiendo con palabras huecas los desafíos directos a la política gubernamental en materia social expresados por una persona que no puede votar ni, por supuesto, mandar. Y lo que dice la reina de Hassan II de Marruecos y de su hijo, el actual rey Mohamed VI, es, cuanto menos, de una clamorosa falta de tacto diplomático. La imprudencia, la ignorancia y la frivolidad mostradas son tales que muchos españoles nos hemos acordado del dictador de Venezuela. Hace ahora exactamente un año, en la Cumbre Iberoamericana, Don Juan Carlos, en un rasgo de humor borbónico, interrumpió la verborrea pseudo-populista de Hugo Chávez con una frase que recorrió el mundo: "¿Por qué no te callas?". Lástima que el rey no se la haya dicho a la reina en la intimidad de palacio.
(Publicado en Libération el 8 de noviembre de 2008)