Sanjuana Martínez
La psicosis generada por la influenza A H1N1 en México no remite. Las ciudades lucen desiertas. Las imágenes en los aeropuertos o el transporte público con decenas de personas usando tapabocas trasladan a una película de ciencia ficción. Todas las tareas laborales no esenciales quedaron suspendidas y las escuelas fueron cerradas hasta el 6 de mayo.
Ante este panorama de vacaciones obligadas uno pensaría que las agresiones a periodistas en México han disminuido. Pero no es así. El último embate contra la libertad de prensa sucedió el pasado 26 de abril contra el fotógrafo Rafael del Río Chávez de la revista Proceso mientras tomaba imágenes de una detención en Guadalajara, Jalisco.
La historia comienza cuando Del Río Chávez estaba descansando en su casa y escucha las sirenas de la policía pasar por su casa. Su instinto periodístico le hizo tomar su cámara y acudir a unas cuantas cuadras a ver lo que sucedía. Los policías detenían a un joven y él inmediatamente empezó a tomar fotografías: «¿Quieres tomar buenas fotos? ¡Acércate!», le dijeron los uniformados.
Cuando se acercó, la reacción de los uniformados fue arrebatarle la cámara y esposarlo por la espalda, pese a que se identificó en su momento. A continuación fue trasladado a la delegación municipal. Al llegar, los policías lo sacaron al patio y lo metieron en una jaula comúnmente utilizada para los perros: «Me mantuvieron desde las cuatro de la tarde hasta las ocho de la noche dentro de una jaula que parece una perrera. Ahí me obligaron a estar durante varias horas en pleno rayo de sol», contó el fotógrafo que además fue atendido por un abogado de oficio que nunca le tomó declaración. El juez vio su caso con expedita diligencia, pero jamás se enteró de su versión de los hechos.
Por la noche, finalmente el abogado de oficio le informó que fue detenido por oponer resistencia y que tenía que pagar una multa de 67 pesos. (aproximadamente cuatro euros). Al salir, el fotógrafo decidió interponer una denuncia ante asuntos internos de la Policía Municipal. La Comisión de Derechos Humanos del estado de Jalisco abrió un expediente de oficio sobre el caso.
La intención ahora es que no llamemos a las cosas por su nombre. La jaula era una perrera, pero la policía de Jalisco la denomina celda a la intemperie. El nombre de fiebre porcina ya no es recomendable usarlo, ahora se llama influenza A H1N1 según la Organización Mundial de la Salud que además ofrece a los periodistas una guía para informar sobre la posible pandemia, cuyo objetivo principal es que hagamos «periodismo preventivo»… pero yo me pregunto: ¿será posible hacerlo manipulando las palabras?