Sanjuana Martínez
«¿Crees que por ser de la prensa no te podemos partir la madre?», le dijo mirándole fijamente a los ojos con expresión amenazante. El periodista Federico Vite López supo en ese momento que el policía no formulaba una pregunta retórica.
«La prensa se ha encargado de humillarnos ante la sociedad, a ver si a golpes aprenden a callarse», fue la frase que le confirmó la golpiza que se le venía encima, aunque lo que definitivamente le hizo perder las esperanzas es el comentario que antecedió a los primeros empujones: «¿te crees muy cabrón sólo porque eres periodista? ¡Ahora vas a aprender a callar!».
Vite López, reportero del diario Intolerancia, no iba solo ese sábado 14 de marzo. Lo acompañaba Álvaro Solís del diario El Columnista y Miguel Ángel Andrade Torres redactor del periódico Cambio. Los tres, caminaban tranquilamente por una acera del centro de la ciudad a las 3:30 de la madrugada, rumbo a sus respectivos domicilios, cuando fueron interceptados por una camioneta pick up Dodge blanca.
Del vehículo descendieron tres hombres vestidos con uniforme de policía y armados. Sin identificarse, uno de ellos les dijo que se trataba de una revisión rutinaria porque realizaban un operativo antidroga. Los separaron y Vite López vio como uno de los uniformados tenía encañonado a Miguel Ángel; mientras el otro le quitaba la cartera a Álvaro y le propinaba una sonora cachetada. En ese momento, Vite López, preguntó al policía: «¿por qué lo golpea?» y añadió: «¡Soy periodista!».
La actitud de los tres uniformados cambió inmediatamente. La frase «soy periodista» los convirtió en auténticos energúmenos. A los tres reporteros los tiraron al suelo, los esposaron y los lanzaron a la batea de la camioneta.
Fueron 25 largos minutos. Los policías los golpearon, los encañonaron con armas de alto calibre, burlándose descaradamente de ellos y de la profesión que habían elegido para ejercer. Los tres utilizaron un lenguaje soez y sumamente agresivo. Luego de pasearlos y darles alguna vueltas, finalmente los abandonaron a las afueras de la ciudad, no sin antes amenazarlos de muerte si se atrevían a contarlo.
Los tres periodistas decidieron difundir los hechos y levantaron denuncias ante el Ministerio Público del Estado y la Secretaría de Seguridad Pública municipal.
El gobernador de Puebla, Mario Marín es conocido como «el gober precioso» desde que ordenó detener a la periodista Lydia Cacho enviando policías de civil al estado de Quintana Roo para secuestrarla, bajo el cargo de «difamación». Marín es amigo del empresario Kamel Nacif a quien la reportera incluyó en el libro «Los demonios del Edén» que denunciaba una red nacional de pederastia y pornografía infantil. Ambos fueron exhibidos, al difundirse una conversación telefónica donde se ponían de acuerdo para detener a la reportera. Nacif se refería a Marín como «mi gober precioso», mientras el gobernador le respondía: «lo que quieras papá»…. Ninguno fue sancionado por la detención ilegal.
Puebla es uno de los estados de la República con mayor incidencia de ataques a periodistas.