Roberto Herrscher
Viajar sola, el libro de la investigadora y periodista mexicana Liliana Chávez que acaba de publicar la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona, lleva a sus lectores a los lugares donde se metieron grandes escritoras del pasado, como Elena Garro y Rosario Castellanos, sin compañía ni permiso de padres o maridos, a contracorriente de sociedades machistas abriendo camino y desbrozando maleza. Y también al nuevo viajar y contar de andariegas actuales, como María Moreno, Magali Tercero y Susana Chávez-Silverman.
Con todas ellas, se sumerge no solo en sus crónicas y libros publicados, sino que también se interna en fascinantes textos poco transitados por los investigadores: cartas, diarios, relatos íntimos.
El libro está investigado con rigor, y uno de los principales valores que presenta es que se interna en un corpus raramente transitado por los estudiosos: las cartas, los diarios personales, el relato de experiencias íntimas, que no suelen considerarse a la hora de estudiar la obra de los escritores y tampoco son parte de las experiencias de viaje que incluso las mismas viajeras consideraron de valor para publicar en libros o en artículos. Pero estos textos permiten estudiar la experiencia misma de viajar, el encuentro con expresiones denigratorias, machismo, incluso peligros.
El viajar solas de estas mujeres era un desafío a los cánones de su tiempo. Y, sobre todo, las mujeres que estudia este libro son latinoamericanas, de la periferia. Mujeres de países machistas, donde incluso sus parejas y familias, muchas de las cuales estaban en la parte más liberal, la élite ilustrada de su época, no las apoyaban y en muchos casos no las entendían.
Es muy valioso el contraste con las viajeras de dos y tres generaciones más tarde. Las condiciones son mucho mejores, pero persiste la extrañeza de ver a la mujer viajando sola o entre mujeres, en muchos lugares del mundo.
El texto es a la vez un estudio literario y una etnografía de la viajera y su abrir caminos para una visión femenina del mundo y para las cosas que su género podrá hacer en el futuro. El camino, como indica el mismo libro, todavía no está completado, porque aún no es igual viajar como mujer que como hombre.
Es una lectura indispensable para entender y admirar el viaje y la pluma de estas pioneras y sus atrevidas herederas. Muestra un camino prometedor en la investigación, al combinar en textos que no son biográficos elementos de la obra publicada, de escritos epistolares y de notas para sí mismas de estas viajeras, y usar una amplia bibliografía.
Una de las tantas felicidades de su lectura es la combinación de rigor académico y un lenguaje cercano a la divulgación y el periodismo narrativo, muy apropiado para explicar los conceptos, seguir un orden cronológico y comprensible.
Esto es especialmente destacable y encomiable porque muchos de los capítulos tienen temas que invitan al estudio de una complejidad teórica y el encuentro de saberes cruzados o híbridos.
Por ejemplo, en el estudio del uso de la mescolanza de lenguas, un spanglish propio con inventos y cruces entre el español y el inglés donde desafía a los puristas e incluso a los que buscan un idioma de los latinos de EEUU “normalizado”, el estudio de la obra de Susana Chávez-Silverman se adentra en conceptos de la lingüística y de la sociopolítica. Lo encuentro un modelo de estudio de una búsqueda de lenguaje híbrido y en construcción.
En otro capítulo, donde Chávez analiza los textos viajeros de María Moreno, se interna en el modelo de la viajera desafiante de los gustos y lo aceptable, una erudita que hace de ignorante y desde una posición “proletaria” critica y parodia el gusto burgués.
En ambos casos, el trabajo textual combina la visión del relato de viaje desde la experiencia viajera misma, desde la búsqueda de un lenguaje nuevo y novísimo para contar el viaje, y el permanente debate con y rechazo de las formas canónicas de viajar y de contar el viaje. Para esto acude a estudios de feminismo, de antropología, de sociología, de investigadores del periodismo, la literatura y la sociolingüística.
Como saben muchos de los seguidores de este blog, yo soy el director de esa colección. Hace años que conozco a Liliana, desde que juntaba lecturas, entrevistas y experiencias para su fascinante tesis de doctorado en Cambridge, que también verá la luz como libro este año. Cuando me contó de esta investigación, de inmediato supe que sería una excelente contribución a esta colección que empezó hace casi una década en Barcelona.
Desde 2013, casi sin buscarlo, el mundo de la literatura de hechos reales escrita por mujeres y el camino de las mujeres viajeras se convirtió en uno de los sellos de Periodismo Activo. Empezamos con una antología de entrevistas de Margarita Riviére, seguimos con la visión de la comunicación política por Estrella Montolío, y el trío de libros sobre el viaje y las mujeres, de María Angulo (Inmersiones), Patricia Almarcegui (Una viajera por Asia Central) y Juliana González-Rivera (Viajar y contarlo).
Viajar sola corona este esfuerzo colectivo. Se lee con deleite y nos deja pensando y soñando con nuevos cruces y con la admiración del camino recorrido por estas intrépidas viajeras. Hoy, en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, quiero recomendarlo con fervor.