Roberto Herrscher
La semana pasada presenté un libro con dos imputados. Durante la presentación el autor, el catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Barcelona Jordi Matas, me preguntó si era mi primera vez. Y sí. Pero no me dio miedo.
El otro presentador era Carles Mundó, quien fue Conseller de Justicia del gobierno catalán de su tocayo Puigdemont. Mundó pasó de visitar las cárceles como ministro a estar alojado un mes en una de ellas por su participación en la declaración de independencia catalana. Su juicio apenas está empezando. Por su parte, Matas, está acusado de participar en la organización del referéndum ilegal del 1 de octubre del año pasado.
El acto, en la Facultad de Derecho de la UB, corría el riesgo de transformarse en una tribuna política, y en cambio fue una calmada reflexión a tres voces sobre la necesidad de pensar, dialogar, estudiar, leer y sobre todo, recuperar la calma y el silencio, aún o sobre todo desde la discrepancia.
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El libro de Matas, “Opinión política: artículos en tiempos convulsos”, es el número 12 de la colección Periodismo Activo que desde el 2012 dirijo en la Editorial de la UB, y consiste de medio centenar de columnas de opinión sobre política, partidos, alianzas y peleas en España y Cataluña, pero también sobre la función y el futuro de la universidad, sobre la sociedad y la cultura catalana, sobre Europa y el mundo.
Todos fueron publicados en el diario El País hasta que dicho medio decidió no publicar un artículo sobre los hechos ocurridos durante el referéndum (y que está incluido en el libro). Matas enfatizó en la presentación que en los siete años en que colaboró con El País nunca le había sido cortado, censurado o rechazado un artículo o un tema. Esta fue la primera y la última.
Este es un resumen de algunas cosas que dije en la presentación y que escribí en la contraportada del libro.
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Un viejo maestro de periodismo solía enseñar que para escribir una columna política solo hacían falta dos cosas: 1. Tener algo que decir. Y 2. Decirlo.
Suena bastante obvio, pero en el actual avispero catalán, español, europeo, mundial, me aventuro a postular que más de la mitad de los opinadores no cumple con al menos uno de estos preceptos. O porque no tiene nada que decir o porque, teniéndolo, prefiere no ser claro. La frase tan hispánica, tan intraducible, de “no me gustan según qué cosas” para no decir exactamente qué cosas no le gustan, es solo ejemplo.
Jordi Matas siempre tiene algo que decir. Y siempre nos queda claro a sus lectores cuáles son las cosas que le gustan y no le gustan. Y en el breve espacio de un artículo de opinión, acaba diciéndolo todo. Sus columnas pueden responder todas al título de una de ellas. Se llama “Identificar lo esencial”.
El 2 de noviembre de 2015, Matas publicó una de sus habituales columnas de análisis de la situación política catalana en El País. Allí definió en cuatro pinceladas por qué la CUP recelaba de Mas, por qué a la vieja Convergencia le costaba tanto desembarazarse de su President, y cómo podría zanjarse el problema. En una cuartilla y media, Jordi Matas identificaba lo esencial.
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Pero la columna más alabada entre las que recoge este libro es otra. Data del 25 de febrero de 2017. Se llama “Silencio, por favor”, y a diferencia del sutil análisis psicológico-político de “Identificar lo esencial”, se adentra en el mundo filosófico-literario de Fray Luis de León y su “Vida retirada”.
Dice el adusto fraile:
“Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza
o el dinero.”
Busca Matas un silencio que ayude a pensar: “Son tiempos que requieren de una profunda reflexión social y política para lograr salir de la crisis poliédrica en la que estamos inmersos. (…) Para ello es imprescindible evadirse de una coyuntura política asfixiante, de la tiranía comunicativa de la inmediatez y de la precipitación de la actividad cotidiana, y buscar la introspección que permita recuperar el sentido de la política y de la acción social. Necesitamos recuperar, más que nunca, el silencio.”
¿A qué se dedica un opinador político que se precie? A esto. A comentar, contextualizar y encontrar sentido en lo que pasa, lo que importa, lo que afecta la vida de los lectores, lo que todos deben saber si quieren ser ciudadanos informados y con conciencia, lo que no se ha informado bien, lo que no se ha entendido correctamente.
Para hacerlo con fundamento debe aportar datos para avalar su posición, tener clara la historia, conocer el contexto internacional, presentar con claridad y justicia ejemplos y personajes que sean genuinamente representativos de sus argumentos.
Esto hace en sus textos políticos el profesor devenido periodista Matas. A veces va de la idea central a los ejemplos. Otras veces, al revés, del ejemplo a la idea. En la mayoría de sus ensayos disfrazados de columnas empieza fuerte, llamando la atención. Y siempre se sabe dónde terminar. Llega al punto final con claridad y elegancia.
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En su libro de memorias periodísticas, El fin de una época, Iñaki Gabilondo critica al periodismo actual a propósito del lema de la rapidez superficial de los medios audiovisuales de hoy. ‘Está pasando, lo estás viendo’, nos dicen los jóvenes presentadores de la televisión.
Gabilondo das vuelta el lema. El periodista debe preguntar a su público: ‘Está pasando; ¿lo estás entendiendo?’.
El articulismo político es un encuentro entre opinión, información, análisis, crónica y ensayo. Un terreno en el que descollaron catalanes de todas las vertientes como Josep Pla, Gaziel y Manuel Vázquez Montalbán. Al leer a estos grandes maestros, como cuando se lee a Jordi Matas, los lectores no solo nos alegramos de interactuar con una mente aguda y culta, sino que también nos sentimos más abiertos, más inteligentes, más entendidos nosotros mismos.
¿No es ese el propósito de las mejores columnas políticas?