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El museo de las identidades múltiples

Por 11 de noviembre de 2013 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Roberto Herrscher

¿Se puede ser al mismo tiempo musulmán y europeo? ¿Español  y catalán? ¿Estadounidense y ateo? ¿Católico y homosexual? ¿Francés y negro? Mientras crecen el en mundo los movimientos por las identidades excluyentes, un hermoso museo en Berlín guarda el recuerdo de un antiguo filósofo que soñó el sueño de la integración: la inclusión de los distintos en una misma identidad.

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Los buenos museos, como los mejores libros, invitan a nuevas lecturas con cada visita y se completan con la mirada activa del visitante. Hace 12 años, pocas semanas después del 11 de setiembre de 2001, un amigo me llevó al recién estrenado Museo Judío de Berlín. Habían aplazado la inauguración por el atentado en las Torres Gemelas y el Pentágono, y en ese momento la muerte, la guerra y el fuego me acompañaron en el recorrido.

De esa visita me quedó en la memoria la sala del Holocausto, un patio de altísimas paredes de cemento, con una pesada puerta de metal que se cierra horriblemente detrás de uno.

Dentro, el horror del encierro, el vacío que cada uno va poblando con sus propios horrores, y una luz tenue en lo alto, demasiado arriba como para sugerir la esperanza de una salida.

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Unos años más tarde volví a Berlín. Caminando por una ciudad en primavera y más multicultural, poblada de caras venidas de los cinco continentes, llegué casi sin buscarlo a la puerta del edificio adusto que alberga el museo. Ahora es más grande, tiene exposiciones temporales, pero lo que más me impresionó no fue la representación metafórica del genocidio, sino el relato de un desencuentro anterior y, si cabe, más profundo.

La sala mayor del museo muestra el crecimiento a lo largo de 1.000 años de una identidad – la judío-alemana – con su cultura, sus tradiciones, su música, sus chistes, su literatura y su forma de vivir con la naturalidad que le permitían las regulares matanzas y persecuciones su particular y viva forma de ser judíos y de ser alemanes.

El punto álgido de la constitución de esta identidad fue la figura del filósofo Moisés Mendelssohn. En el iluminista siglo XVIII, preguntaba a los alemanes cristianos, o a todos los no judíos: ¿qué debemos hacer para que nos acepten? ¿En qué sentido tenemos que cambiar para que nos consideren alemanes? ¿Cómo podemos hacer que reconozcan lo que los judíos estamos aportando a las artes, las ciencias, la economía, o sea a la construcción de la Alemania moderna?

Una tremenda plaquita al lado del retrato de Mendelssohn señala lacónicamente la respuesta de los alemanes de su época: “Nadie se dignó contestar a sus preguntas”. 

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Los creadores de la identidad oficial alemana estaban ocupados en construir una personalidad colectiva única, pura, plagada de leyendas heroicas y paisajes bucólicos. Sólo una forma de ser alemán. El judío que se reconocía como radicalmente distinto no era un problema para esta empresa. El incómodo era Moisés Mendelssohn, maestro de la prosa en alemán, conocedor del acervo cultural germánico, que quería un país plural donde cupieran todos.

Dos generaciones después, cuando las puertas ya se cerraban más para un artista judío y alemán, su nieto, el compositor Félix Mendelssohn, tuvo que convertirse al cristianismo y componer motetes e himnos de alabanza protestantes. Era un músico que no se entendía fuera de la tradición alemana, y estaba dispuesto a amputar su identidad para “encajar”.

Por supuesto, cinco generaciones más tarde vinieron los nazis y quemaron en la misma pira los libros del escritor Moisés y las partituras de su nieto converso, junto con los cuerpos de seis millones de judíos. Pero al recorrer el Museo Judío de Berlín, me asaltó la sospecha de que la tragedia se empezó a tejer en los oídos sordos de los pensadores contemporáneos del viejo Mendelssohn.

¿Estaremos desoyendo hoy preguntas y llamadas al diálogo como las que hacía el antiguo filósofo?

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Roberto Herrscher

Roberto Herrscher es periodista, escritor, profesor de periodismo. Académico de planta de la Universidad Alberto Hurtado de Chile donde dirige el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción. Es el director de la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona, en la que se publica Viajar sola, director del Premio Periodismo de Excelencia y editor de El Mejor Periodismo Chileno en la Universidad Alberto Hurtado y maestro de la Fundación Gabo. Herrscher es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Periodismo por Columbia University, Nueva York. Es autor de Los viajes del Penélope (Tusquets, 2007), publicado en inglés por Ed. Südpol en 2010 con el nombre de The Voyages of the Penelope; Periodismo narrativo, publicado en Argentina, España, Chile, Colombia y Costa Rica; y de El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona, 2015). En septiembre de 2021 publicó Crónicas bananeras (Tusquets) y su primer libro colectivo, Contar desde las cosas (Ed. Carena, España). Sus reportajes, crónicas, perfiles y ensayos han sido publicados The New York Times, The Harvard Review of Latin America, La Vanguardia, Clarín, El Periódico de Catalunya, Ajo Blanco, El Ciervo, Lateral, Gatopardo, Travesías, Etiqueta Negra, Página 12, Perfil, y Puentes, entre otros medios.

 

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