Roberto Herrscher
Hace unos años, para mi cumpleaños número 50, mi buen amigo Frederic Vincent no me regaló un libro. Me regaló tres.
Los tres libros son cortitos, pero eso no les quita mérito. Son unas deliciosas… es decir, unos deliciosos… ¿qué?
¿Cómo definir lo que hace el aún joven pero ya legendario corresponsal del diario El País Enric González en sus ensayos históricos, recorridos peripatéticos, perfiles, anécdotas y debates alrededor de Londres, de Roma y de Nueva York?
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Vamos por partes, así podré contarles cómo llegué a compartir la casi infinita admiración que siente Freddy por este fino estilista disfrazado de rudo fajador. Resulta que González pasó la mayor parte de la primera década del siglo XXI como corresponsal en tres ciudades maravillosas: Londres, Nueva York y Roma, y estos libros surgen de esas estancias y se esparcen por doquier.
Su método es este: cuando Enric González está en una ciudad, además de matarse trabajando para contar a sus lectores de El País lo que pasa en la política, la economía y la cultura de cada país (cuando estaba en Estados Unidos fue aquello del 11 de septiembre, y cuando estaba en Roma se le muere el Papa, por ejemplo), va paseando, hablando con los nativos, tomando notas, tomando cafés y aperitivos, tomando lecciones de cómo ser un buen romano, un buen londinense, un buen neoyorquino.
Y en la ciudad siguiente, mientras trajina las noticias y se empapa de su nuevo ambiente, escribe una carta de amor y nostalgia a la ciudad de la que se fue en forma de libro. Él mismo dice que es el autor de títulos más perezoso del mundo, y no hay con qué rebatirle. Los libros, editados por RBA, se llaman Historias de Londres, Historias de Nueva York e Historias de Roma.
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A las tres llevó su curiosidad inextinguible, su sentido del humor que empezó siendo catalán y que ya tiene de lo mejor del humor inglés, del neoyorquino y del itálico, a su esposa Lola, a la vez fantasma y baluarte del sentido común en los tres libros, y una gata, Enough.
Enough, como su nombre lo indica, es producto de la estancia en Londres, donde gracias a ella trabó relaciones con sus vecinos y aprendió sobre la importancia de las mascotas en la vida familiar británica.
En Roma, ya vieja y cansada, Enough llega al final de su vida terrenal, y a González le sirve para internarse en los laberintos de la burocracia italiana.
Londres se entiende en sus dos mundos: el este y el oeste, el lado rico y el pobre, el mundo de los clubes exclusivos y los callejones donde merodeaba Jack el destripador.
Roma se entiende a partir de las dos religiones que gobiernan la ciudad: el fútbol y el Vaticano.
Nueva York se explica, en cambio, por períodos históricos: la era hippie en el Village, la lucha por los derechos civiles en Harlem, el mundo desvergonzado del dinero fácil en el Wall Street de la era Clinton.
Y en las tres ciudades, González nos acerca a la cofradía con más de amistad que de competencia feroz entre los corresponsales de medios españoles.
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Este verano, ya instalado en Santiago de Chile, volví a esos deliciosos libros de Enric González, al verlos en librerías santiaguinas reeditados y agrupados en un tomo robusto que incluye las tres (Todas las historias y un epílogo, RBA, 2018).
Me recordó el pasaje de los también breves y sabrosos libros de Italo Calvino, El caballero inexistente, El barón rampante y El visconde demediado, publicados tras la muerte del autor en un solo tomo con el nombre de Nuestros antepasados (Ed. Siruela, 2019).
Lo de Calvino es fábula, invención que ayuda a entender la realidad. Lo de González es estricta no ficción poética, que invita a soñar.
Nunca sabes con qué te va a salir Enric, pero con qué gracia, con qué juguetona precisión cuenta sus historias. Uno termina con la idea de que el corresponsal González no cree en nada, y por eso mismo, termina haciéndote creer en el poder de la palabra para hacerte viajar en un plisplás a las grandes ciudades donde ha recalado.
Ahora, después de salir airado y volver en gloria a El País, está en Buenos Aires. Preparémonos.