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Con nuevos textos, se reedita el ya clásico ‘Mejor que ficción’, de Jorge Carrión

Por 17 de enero de 2023 Sin comentarios

Roberto Herrscher

I

A comienzos de siglo, el gran viajero Martín Caparrós recorrió el mismo camino que había hecho cien años antes Henry Morton Stanley en busca del mítico explorador David Livingston, quien se había perdido en el corazón del África indómita. Entre Zanzíbar y Tanganika, entre los descendientes de quienes se salvaron de ser llevados a América como esclavos, Caparrós descubre la palabra-mantra para su crónica: “pole pole”
“Pole pole parece ser el concepto mágico del weltanshauung swahili: se podría traducir libremente como tranqui, para-qué-calentarse, take it easy. Se lo puede pensar como una manera de saber vivir sin apremios o resignarse a los ritmos posibles, o como una forma de resistencia pacífica”, dice Caparrós en medio de su recorrido, en el que termina escuchando de un desolado africano la idea espantosa de que los descendientes de los esclavos llevados a América les fue mejor que a ellos, los afortunados que se quedaron a hundirse en el drama del África actual.
El texto de Caparrós es puro “periodismo pole pole”. Tranquilo, lento, ajustado a sus propias necesidades, resistencia pacífica al periodismo rápido, de asuntos importantes y personas famosas. Así puede encontrarse a la sombra de un árbol en medio del calor africano con el descendiente de los que no fueron esclavizados, que al escuchar que su contertulio venía de América, pensó en la única América que conocía por la televisión y las películas, donde los negros son ricos y felices.
Esta crónica es la última de la antología Mejor que ficción, que Jorge Carrión publicó en 2012 en Anagrama y que este año rescata la flamante editorial mexicana Almadía. Con 25 textos, y autores de Argentina, Chile, Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela y España, es muy variopinta, hasta desconcertantemente dispersa. Pero si algo tienen en común todos estos textos es el gozo y el dolor de la lentitud, el intentar seguir la ruta que pide el tema, los personajes, la sensibilidad y la propia voz de cada autor. No hay fórmulas aquí: hay pole pole.

II

En 2012, después de casi cuatro décadas de publicar libros de periodismo literario, la editorial Anagrama de Jorge Herralde publicó por fin una antología de crónicas de España y América Latina para demostrar la vitalidad y capacidad de asombro de un género en auge.
Por un lado, el libro extendía a todo el ámbito hispanohablante a cronistas latinoamericanos ya famosos en sus países. Estaban allí Leila Guerriero con su acuciosa historia del Equipo Argentino de Antropología Forense, que trajo luz y justicia a la investigación de violaciones a los derechos humanos; Juan Villoro, con ensayo narrativo sobre el Japón posmoderno y perenne; Alberto Salcedo Ramos con uno de sus hilarantes retratos costumbristas del interior profundo de Colombia; y Pedro Lemebel, con un ejemplo de su prosa popular y barroca, poética y punzante, delicada e inimitable.
También traía nuevas voces, que llegaban a la crónica no desde la ambición literaria sino desde los ojos enrojecidos de las salas de redacción. Ahí estaban la venezolana Maye Primera, con un retrato escalofriante de la miseria en Haití; Alberto Fuguet con una extraña entrevista al vendedor de películas copiadas ilegalmente que se veía como héroe cultural; el viajero Juan Pablo Meneses, a quien el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York pilla en un viaje en pareja a Estambul y se encierra a entender un mundo en llamas; Edgardo Cozarinsky, quien peregrina al Tánger de Paul Bowles y desentierra un fascinante ejército de fantasmas con un estilo sedoso, bruñido.
Pero había más: estaban los europeos. Mientras en la vereda de Alfaguara se publicaba una voluminosa Antología de crónica latinoamericana actual, en las cultas manos del poeta colombiano Darío Jaramillo, con muchos de estos mismos autores del Nuevo Mundo, el volumen de Carrión mezclaba estas voces americanas con plumas catalanas como Jordi Costa o Guillem Martínez. En ellas la mirada era hacia adentro: estos peninsulares hablaban de su propia infancia en la grisura franquista, se burlaban del auge económico de un país que se creía paladín de Europa, jugaban con la lengua de los diarios y la pedantería de los eruditos. Más que el “qué”, brillaba en esos textos el “cómo”.

III

Pasaron diez años, y la crónica creció. En primer lugar, el mismo Carrión se convirtió en adalid de nuevas formas de contar y en ejemplo egregio de esas narrativas vanguardistas: en esta década extendió su hacer al podcast (su serie Solaris ganó un Ondas), al cómic de no ficción (innovó con Los vagabundos de la chatarra) y se convirtió en maestro de la preservación de saberes viejos (Librerías) y la creación de nuevas narrativas (Teleshakespeare). Y continuó su serie de novelas con una obra maestra que pinta una distopia tecnológica que analiza y fabula el presente (Membrana).
Ahora que ahonda en la ficción, le pregunté si sigue pensando que las crónicas son “mejor que ficción”.
“Yo diría que vivimos en tiempos documentales”, me contestó. “La crónica en la literatura se ha canonizado (el Nobel de Svetlana Alexievich, el Cervantes de Elena Poniatowska), como lo ha hecho el documental en el cine (el reciente León de Oro de Venecia), mientras el público se ha acostumbrado a la no ficción digital (series, podcast, redes sociales) y a los reality shows y a los selfies. Me sigue pareciendo más difícil escribir crónica y ensayo que ficción. Y es que la realidad crea personajes que en una novela podrían parecer inverosímiles o mal construidos, como Vladimir Putin, sin ir más lejos”.
Desde esa atalaya de creador y observador, con la editorial mexicana Almadia, que aterriza en España con esta reedición, Jorge Carrión vuelve a su antología inicial y agrega cinco piezas nuevas.
Todas son de mujeres, que eran notable minoría en la primera colección (cinco de 20). Ahora son 10 de 25: se añadieron tres mexicanas (Marcela Turati, Cristina Rivera-Garza y Eillen Truax), una ecuatoriana (Sabrina Duque) y una cubana (Mónica Baró). Salvo Duque, que brilla con el precioso perfil de un artista sonoro que crea paisajes para escuchar y no soporta el ruido, las demás historias abrevan en los horrores de una Latinoamérica herida. Los desaparecidos y quienes los buscan, las mujeres asesinadas, los pobres obligados a demoler sus casas para gloria del poder (un tremendo retrato de Baró sobre la revolución fracasada en Santiago de Cuba).
Gustavo Cruz Cerna, el editor de Almadia, me explica: “La antología de Carrión condensa perfectamente nuestra concepción de esta tradición de la escritura en español, con los elementos comunes, pero conservando la enorme diversidad que hay entre los hablantes de esta lengua nuestra. Además, el mapeo realizado hace diez años, puesto en contraste con nuestro presente, revela mucho sobre la evolución del periodismo en un periodo de tiempo que, aunque breve, ha representado cambios radicales”. Tras las dos introducciones, que son toda una lección de erudición y síntesis, se desparraman los 25 textos. Los viejos con los nuevos, en amigable amasijo.
No busque la atenta lectora, el amable lector, ningún orden o emparejamiento. Viajamos de la anécdota personal a la explicación de un sistema económico perverso, de un estilo de “diario de referencia” al de un diario personal, de la explosión de una prosa poética alucinada a la austeridad verbal donde nada siente el autor y todo debe surgir en imaginación de sus destinatarios.
Si se recorren los textos en orden, pueden provocar un alegre mareo: no hay una tradición, ni una unidad de estilos o miradas, ni siquiera la vastedad armoniosa de lo que se encuentra en revistas como The New Yorker, Gatopardo, Etiqueta Negra, El Malpensante y la revista dominical de La Vanguardia. Así, en ese sorprenderse al encontrar lo que no estábamos buscando, está lo que creo que es la magia del “periodismo pole pole”: escapar de lo que hace la mayoría de los medios de hoy, que encuentran lo que iban a buscar, y caer en lo inesperado.
¿Mejor que ficción? Quién sabe… también la ficción ha extendido sus márgenes y dinamitado sus bordes, como bien sabe Carrión. Pero de lo que no hay duda es que, como en el mapa imposible de Borges, con esta antología ampliada las voces, los temas, los caminos y estilos de la crónica cubren una superficie tan amplia como su territorio.

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Roberto Herrscher

Roberto Herrscher es periodista, escritor, profesor de periodismo. Académico de planta de la Universidad Alberto Hurtado de Chile donde dirige el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción. Es el director de la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona, en la que se publica Viajar sola, director del Premio Periodismo de Excelencia y editor de El Mejor Periodismo Chileno en la Universidad Alberto Hurtado y maestro de la Fundación Gabo. Herrscher es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Periodismo por Columbia University, Nueva York. Es autor de Los viajes del Penélope (Tusquets, 2007), publicado en inglés por Ed. Südpol en 2010 con el nombre de The Voyages of the Penelope; Periodismo narrativo, publicado en Argentina, España, Chile, Colombia y Costa Rica; y de El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona, 2015). En septiembre de 2021 publicó Crónicas bananeras (Tusquets) y su primer libro colectivo, Contar desde las cosas (Ed. Carena, España). Sus reportajes, crónicas, perfiles y ensayos han sido publicados The New York Times, The Harvard Review of Latin America, La Vanguardia, Clarín, El Periódico de Catalunya, Ajo Blanco, El Ciervo, Lateral, Gatopardo, Travesías, Etiqueta Negra, Página 12, Perfil, y Puentes, entre otros medios.

 

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