Ficha técnica
Título: Solenoide | Autor: Mircea Cartarescu | Traducción: Marian Ochoa de Eribe | Postfacio: Marius Chivu | Editorial: Impedimenta | Encuadernación: Cartoné | Formato: 14 x 21 cm | Páginas: 800 | Fecha: oct-2017 | ISBN: 978-84-16542-99-4 | Precio: 28 euros
Solenoide
Mircea Cartarescu
Genialidad, locura y grandeza. La última y más madura novela del rumano Mircea Cărtărescu, uno de los más poderosos escritores europeos actuales, en una obra que le ha llevado a ser comparado con Pynchon, Kafka y Kundera.
Considerada unánimemente por la crítica la obra cumbre de Mircea Cărtărescu hasta el momento, Solenoide es una novela monumental en la que resuenan ecos de Pynchon, Borges, Swift y Kafka.
Estamos ante el largo diario de un escritor frustrado que desgrana su infancia y su adolescencia en los arrabales de una ciudad comunista, devastada, gris y fría -una Bucarest alucinada, dotada de una melancolía abrumadora-. Profesor de Rumano en un instituto de barrio, con una carrera literaria fracasada y una profesión que no le interesa, compra una casa antigua con forma de barco, construida por el inventor de un solenoide, que alberga una extraña maquinaria: un sillón de dentista dotado de un tablero de mandos.
Pronto intima con una profesora que ha sido captada por una secta mística, la de los piquetistas, que organizan manifestaciones nocturnas por los cementerios de la ciudad y por la Morgue. Mientras tanto, el narrador se enfrenta a alucinaciones que le revelan la verdad de su existencia. Solenoide es la piedra de toque en torno a la que gravitan el resto de las ficciones de Cărtărescu. Una obra que atrae todas las pistas, los temas, las obsesiones literarias de un autor genial que se ha ido convirtiendo, poco a poco, en un escritor de culto.
Reseñas:
«Cartarescu merece ser considerado el más grande escritor rumano de la actualidad. Y Solenoide es la piedra angular de toda su obra y la pieza más increíble de la prosa rumana de los últimos veinticinco años.» Ioana Pârvulescu, La Punkt
«Tras leer Solenoide, en cierto modo tu vida se corta en dos, dejas de ser un lector común, como al leer a Homero, Kant o Heidegger.» Gabriel LiiceanuMircea Cartarescu: «Vivir es la única respuesta posible a las preguntas existenciales». El Cultural
«Los verdaderos premios se los da uno a sí mismo» El Diario de León
Cartarescu: «El núcleo de la vida es la poesía y todos acabamos buscándola» Agencia EFE
«El verdadero ser humano se reconoce en la ruina, no en edificios de cristal y acero» Ideal
«Todo el que lee hace algo bueno, aunque sea una novela comercial» Granada Hoy
Mircea Cartarescu: «Empecé por amarme y he acabado por odiarme» Babelia
El poeta que tuvo un sueño para León. Diario de León
[Extracto del libro]
Así pues, soy profesor de Rumano en la Escuela Primaria número 86 de Bucarest. Vivo solo en una casa antigua, la «casa con forma de barco» sobre la que ya he escrito, situada en la calle Maica Domnului, en la zona del lago Tei. Como casi todos los profesores de mi especialidad, soñé durante una época con ser escritor, así como en el violinista que va tocando por las mesas de los restaurantes vive, agazapado y degenerado, un Efimov que se creyó en algún momento un gran violista. ¿Por qué no llegó a suceder? ¿Por qué no tuve la suficiente confianza en mí para superar, con una sonrisa de superioridad, la velada del cenáculo? ¿Por qué no experimenté la convicción maníaca de tener razón frente a todos, más aún cuando el mito del escritor incomprendido es tan poderoso -incluso con su consabida dosis de kitsch-? ¿Por qué no creí en mi poema más que en la realidad del mundo…? He intentado encontrar una respuesta a todo esto cada uno de los días de mi vida. Aquella misma noche de otoño, avanzada y húmeda, volví a casa andando, cegado por los faros de los coches, sumido en un estado de angustia como no había sentido jamás. La injusticia y la humillación me impedían respirar. Mis padres, que me abrieron como de costumbre la puerta, se quedaron petrificados al verme. «Parecías una aparición, blanco como la cera, y no entendías lo que te decíamos», me contaría mi madre más adelante. No pegué ojo en toda la noche. Releí mi poema unas cuantas veces, pero llegaba siempre a la misma conclusión: genial, imbécil, imbécil-genial, genial-imbécil o solo inútil, como si sus páginas estuvieran en blanco. Acababa de leer Niétochka Nezvánova, de Dostoievski, y me había parecido su mejor texto, inconcluso porque no podía ser continuado, porque el joven autor había llegado demasiado pronto a uno de los extremos de su mundo. Había pensado mucho en el padre de Niétochka, en Efimov, que había aprendido a tocar el violín, abrasado por la pasión y la inspiración, solo, y hasta había logrado hacerse famoso en su remota provincia. La soberbia de un hombre fustigado por una fuerza fantástica no conoce límites: Efimov había llegado a considerarse el mejor violinista del mundo.