Ficha técnica
Título: Sirenas. Seducciones y metamorfosis | Autor: Carlos García Gual | Editorial: Turner | Colección: Noema |Páginas: 208 + 16 ilustraciones | Género: Novela | Formato: 14×22 |Encuadernación: Rústica con solapas | ISBN: 978-84-15832-29-4 |Precio: 19,90 euros
Sirenas
Carlos García Gual
Las historias con sirenas suelen acabar mal. Odiseo (o Ulises), que lo sabía, se hizo atar al mástil de su barco para oírlas sin sucumbir. Jasón necesitó también de todo su ingenio para esquivar su llamada mortal. Pero ellas, siempre atractivas y seductoras, con cola de pez o con alas o con patas de pájaro o peinándose y mirándose al espejo, han seguido seduciendo a viajeros de todos los países y épocas, cayendo a veces en su propia trampa y enamorándose de un joven humano, o excitando la imaginación de poetas, pintores, músicos y cineastas con sus cantos seductores.
En este libro, Carlos García Gual recorre y analiza el mito de estas criaturas acuáticas que encarnan a la mujer fatal de la mitología, siempre dispuesta a llevar a encantar al hombre y llevarlo a la perdición, recurriendo a la poesía, la pintura, la música y los cuentos infantiles. Porque el éxito de un mito no está su final feliz, sino en su capacidad para permanecer en el imaginario colectivo.
A MODO DE PROEMIO
Una añeja canción de Lluís Llach decía:
Companys, si coneixeu
el cant de la sirena,
allà enmig de la mar,
jo l’aniria a veure…
El cantautor catalán expresaba así su deseo de intentar una visita a la misteriosa sirena, supuestamente lejana y marina: «Si conocéis, compañeros, el canto de la sirena» (y supone que sí) «en medio de la mar / quisiera yo ir a verla».
Nuestro autor imaginaba una sirena única, esa que sus compañeros ya debían de conocer, y supone que estaba o acaso nadaba, lejos, en medio del mar.
¿Por qué quería visitarla? ¿Era, tal vez, solo para escuchar su voz y oírla cantar, o para algo más? ¿En qué residía el encanto fabuloso de esa sirena? Lástima que, por el momento, el cantor tuviera que renunciar o retrasar el tan deseado encuentro, porque sus obligaciones patrióticas, inmerso en su empeño tenaz de cantar contra la opresión franquista, le vetaban la excursión marinera. La sirena, evidentemente, era una invitación a la vacación de puro placer, pero el deber patriótico estaba antes que cualquier excursión hedonista y personal.
De todos modos esa sirena seductora no parecía ser, a fin de cuentas, una cantora peligrosa y voraz como aquellas que se encontraron con Ulises y Jasón. Más bien nos la imaginamos como la atractiva y bella y joven sirena que vemos pintada en la insignia de algunas tabernas griegas, sonriente y tumbada, como una maja semidesnuda, con grandes ojos oscuros, sinuosa y negra melena, con rotundos pechos y escamosa cola de pez, aguardando a un intrépido viajero. (A veces está pintada con una guitarra en las manos, y otras con un tridente de pescador, pero siempre en una pose tentadora de insinuante erotismo).