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Ficha técnica

Título: Hecatombe | Autor: William Gerhardie | Traducción: Martín Schifino  | Editorial: Impedimenta  | Formato: 14 x 21 cm. |  Presentación: Rústica | Fecha: 2016 | Páginas: 352 | ISBN: 978-84-16542-31-4 | Precio: 22,70 euros  | 

Hecatombe

William Gerhardie

IMPEDIMENTA

Parte sátira, parte ciencia ficción, esta obra que presagia la era atómica se convirtió en la novela favorita de Evelyn Waugh, que declaraba: «Yo tengo talento, pero lo de Gerhardie es genio…».

Hecatombe, elogiada por Arnold Bennett por «su atroz y brillante originalidad», es la novela más salvajemente divertida de William Gerhardie (Los políglotas). Esta es la historia de Frank Dickin, un joven aspirante a escritor, y su relación con una excéntrica familia rusa, en particular con su hermosa hija Eva. Dickin, al que todos consideran pariente de Dickens, es también el protegido de lord Ottercove, un magnate de la prensa enamorado de la futura novela de Frank, en la que este narra sus aventuras y desventuras amorosas con las dos hijas de los emigrantes rusos. Con la aparición de un científico loco que se propone acabar con el sufrimiento de la humanidad valiéndose de una explosión atómica, la novela se deslizará de la mejor comedia social hacia uno de los mayores apocalipsis de la ciencia ficción.

 

I

 

     -No, no, «Yo-también», será mejor que te marches ahora o que te quedes a esperar en el taxi.

     -Pero el taxi va a costarte un dineral, cariño. -No era característico de Eva, reflexionó él, preocuparse por sus gastos-. Más vale que suba contigo.

     -Que no. Lord Ottercove me ha citado a mí.

     -Pero a mí también me gustaría verle.

     -Pero él no ha pedido verte.

     -Pero a lo mejor le gustaría, si me conociera.

     -No te conoce.

     -Lo haría si subo contigo.

     ¡Qué difíciles le ponía las cosas siempre!

     Siguieron discutiendo ante el portal del alto edificio de Fleet Street, cuyo letrero luminoso, que se elevaba por encima del tejado, anunciaba en palabras flamígeras Daily Runner, mientras el taxímetro marcaba el paso de los eones y los eones iban sumando peniques. Desde la acera, contempló la construcción enorme e inescrutable y pensó que, en alguno de sus rincones más secretos, el gran lord Ottercove, inmóvil como una araña, lo estaría esperando en el vestíbulo, mientras la manecilla negra del reloj se acercaba a la hora fijada para la entrevista.

     Tras dejar a Eva en el taxi, se alejó con una premura poco natural, a paso harto confiado, para enfrentarse a un conserje con galones que escuchó con ligera pero genuina sorpresa la noticia de que el visitante tenía una cita con su señoría. Celoso como san Pedro del acceso a Dios, el portero le dio un formulario que debía rellenar con información biográfica y del carácter general de la visita: dicho formulario lo precedería hasta el destino deseado. El solicitante, mientras tanto, debía esperar a que se ratificara la exaltada entrevista. Una vez obtenida la confirmación, el fiel portero confió al joven visitante a un ascensorista, que, tras llevarlo varias plantas arriba, lo transfirió a otro camarada, que, finalmente, lo llevó hasta un tercero. Cada uno de los ascensoristas a los que se confiaba su persona parecía más exclusivo y tenía modales más solemnes y al mismo tiempo más deferentes que su predecesor: la marca de quien habita en las alturas, inmune a los asuntos  de los simples mortales. Subían y subían, cada vez más alto, hasta que las puertas del ascensor volvieron a abrirse y él pasó a manos de un botones que, evidentemente, se hallaba muy lejos de la raza de insignes ascensoristas. Este le pidió que lo acompañara unos pocos escalones arriba -la última escalera dorada hacia el cielo-, hasta un descansillo donde lo desembarazó de su burdo abrigo, lo invitó a subir otros tres peldaños alfombrados y, solicitándole que esperara, llamó reverentemente a la puerta.

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William Gerhardie

William Alexander Gerhardie nació en San Petersburgo en 1895. Pasó una juventud propia de su tiempo, a la vera de los grandes cataclismos del siglo XX. Criado en la Rusia zarista, en el seno de una próspera familia inglesa, Gerhardie participó en la primera guerra mundial como agregado militar en Petrogrado y fue testigo de la Revolución Rusa en Siberia, como miembro de la Misión Militar Británica. Futilidad, su primera novela, que escribió mientras estudiaba en el Worcester College, en Oxford, narra sus experiencias como soldado antibolchevique en la Revolución Rusa. Su siguiente novela, Los políglotas (1925), fuertemente influenciada por el estilo tragicómico de Chéjov, se considera unánimemente su obra maestra. En 1928 publicó Doom, un trabajo casi a la altura de su antecesora, aunque tendría menos influencia en escritores de generaciones posteriores. En 1934 aparecería Resurrection, la última obra que, bajo su nombre, publicaría en vida. Tras la segunda guerra mundial la fama de Gerhardie se desvaneció, y su obra pasó de moda. Aunque siguió escribiendo, solamente fue objeto de varias publicaciones recopilatorias en los años setenta. A su muerte, en 1977, fue encontrada entre sus pertenencias una novela que recogía la historia del mundo entre 1890 y 1940, God's Fifth Column. Solo en los últimos años se ha reivindicado su figura y, así, William Boyd consideraría Los políglotas la novela inglesa más influyente de todo el siglo XX, recogiendo el testigo de Evelyn Waugh, que lo consideraba un auténtico genio, o de Graham Greene, que lo tenía por el escritor más brillante de su generación.

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