Ficha técnica
Título: El amigo de Baudelaire| Autor: Andrés Rivera | Editorial: Veintisiete Letras | Colección: Las eras imaginarias | Género: Novela | ISBN: 978-84-92720-16-3| Páginas: 88 | PVP: 12,00 € | Publicación: 23 de Mayo de 2011
El amigo de Baudelaire
Andrés Rivera
Saúl Bedoya, acaudalado, culto, perverso, hijo de las guerras civiles que allanaron el triunfo del liberalismo en Argentina, recuerda sin atemperaciones su juventud disipada en París. Fue uno de aquellos ociosos herederos de gauchos enriquecidos que dilapidaban su fortuna en busca de un título, mucha diversión y un barniz de alta cultura europea. Esos argentinos que «no existen más», como decía Céline. Ya viejo, «monotemático y obsceno», traduce en sus notas privadas lo que se está gestando en un país en formación: una nueva clase burguesa, cínica y voraz, que utilizará recursos de cualquier índole para hacerse con el poder. Todo se compra y se vende -hectáreas, ganado, acciones, ferrocarriles, periódicos, candidatos presidenciales, también hombres y mujeres- por menos de lo que cuesta un novillo; incluso al mejor poeta de Francia, con el dice haber compartido alcohol y confesiones en París: «Baudelaire, en Buenos Aires, hubiera sido una puta de lujo. A la que yo mantendría».
El mordaz e implacable protagonista se somete a un riguroso examen de conciencia en el que descubre tanto su ambición como su indiferencia. Admite sus perversiones sexuales y afectivas, sus lecturas y plagios, su propio crimen y su pavor a ser asesinado. Y reflexiona de manera profunda y descarnada sobre lo que es una «nación», interpelando a las fantasmales presencias de Baudelaire y Sarmiento, el intelectual que imaginó una Argentina moderna, a la que encandiló, y de la que acabó siendo víctima.
Prosa sin respiro, directa y rigurosa, seduce en cada línea. El amigo de Baudelaire, a la manera de un Gatsby del Cono Sur, muestra de forma excepcional qué se esconde tras la riqueza y sus móviles.
«He conocido a muchos escritores y artistas. Casi todos son peores que su obra. Andrés Rivera es una de las pocas personas que tiene la estatura de lo que escribe.» Guillermo Saavedra, Clarín
PÁGINAS DEL LIBRO
Un hombre, cuando escribe para que lo lean otros hombres, miente. Yo, que escribo para mí, no me oculto la verdad. Digo: no temo descubrir, ante mí, lo que oculto a los demás.
Me atengo a una sola ley: no hay comercio entre lo que escribo y yo. Nadie vende, nadie miente. Nadie compra, nadie es engañado.
No afronto, tampoco, y no voy a olvidarlo, el miedo que devasta, frente a la hoja en blanco, al que escribe para los otros. No corro el riesgo de que alguien me reproche mis faltas de buen gusto y mis atentados, si los hay, a la ortodoxia de la prosa castellana. Ni que me asalte el anhelo (dicen que es irreprimible) de sustituir a Dios, que suele terminar en una boutade tan torpe y patética y expiatoria como la que se le escuchó a M. Flaubert cuando le preguntaron quién era Mme. Bovary.
¿Escribo lo que temo olvidar? Sí.
¿Temo descubrir, ante mí, lo que oculto a los demás? Sí.
¿Escribo lo que deseo olvidar? Sí.
Para que pueda creer en lo que escribo: no al énfasis, no al asombro.
A los veinticinco años, en París, me recibí de abogado. Y a los treinta y ocho, cené con Charles Baudelaire.
Él, a su manera abrupta, me preguntó: Usted, ¿qué hace, además de ser argentino? Miré al bueno de Baudelaire, vestido de negro, y le sonreí. Era agosto, y yo era joven, y hacía calor en París, pero una brisa fresca venía del Sena, y se estaba bien en el café. Alcé mi copa, y él la suya, y las vaciamos, y le contesté, sin titubear, por encima de las velas, en un francés que, ahora, me envidio: Gasto el dinero de mi padre. Y cuando extraño a la patria, cuando supongo que sus todavía escasos e incomparables mitos flaquean en mi memoria, lo leo, amigo mío.