Ficha técnica
Título: El día de mañana | Autor: Ignacio Martínez de Pisón | Código: 10002033| Editorial: Seix Barral | Colección: Biblioteca Breve | Género: Novela | ISBN: 978-84-322-1404-2| Páginas: 256 | Formato: 13,3 x 23 cm.| Encuadernación: Rústica con solapas| PVP: 21,50 € | Publicación: 5 de Abril de 2011
El día de mañana
Ignacio Martínez de Pisón
Justo Gil es un emigrante recién instalado en Barcelona, un joven avispado y ambicioso que, llevado por los vaivenes del destino, acaba convirtiéndose en confidente de la Brigada Social, la policía política del régimen.
Una docena de memorables personajes nos cuentan cómo conocieron a Justo en algún momento de sus vidas y cómo fue su relación con él. Sus testimonios conforman una visión caleidoscópica de la cambiante realidad de los años sesenta y setenta, al tiempo que reconstruyen la historia de la degradación personal de un individuo cuya evolución y comportamiento ayudan a entender importantes parcelas de ese capítulo fundamental de nuestra historia reciente que fue la Transición.
Ignacio Martínez de Pisón novela ese apasionante período desde dentro, observando, como sólo él sabe hacerlo, el impacto que la historia colectiva tuvo en la individual, es decir, en la realidad de la gente común. Cobra vida en estas páginas la atmósfera incierta y fascinante de una época enla que todo parecía posible.
«Un novelista muy sólido, uno de los grandes», Enrique Vila-Matas, La Clave.
«Excelente narrador… Con él llegó el recreo a la historiografía y la tentación bárbara de novelar la historia», Jordi Gracia, El País, Babelia.
«Un novelista de raza», Andrés Pau, Posdata, Levante.
«Uno de nuestros mejores novelistas», José Carlos Llop, ABC de las Artes y las Letras.
«Sabe contar como pocos… Tiene esa insustituible mirada del narrador nato», José María Pozuelo Yvancos, ABC de las Artes y las Letras.
«Una de las voces más sólidas de la literatura española actual», Ricard Ruiz Garzón, La Razón.
«Un contador de historias y de aventuras, cargado de humor, de ternura, creador de buenos personajes», Rafael Conte, El País, Babelia.
«Pisón ha sido siempre un escritor de emociones, un pintor de sentimientos… Al igual que Hitchcock, es un maestro que sabe pulsar los más secretos resortes y activar los más eficaces registros narrativos, pero sus personajes se parecen más a los de Billy Wilder, porque unos y otros se saltan el guión y continúan viviendo cuando el relato termina… Pisón es un especialista en abrir corazones para sondearlos», Julio José Ordovás, Heraldo de Aragón.
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Sí, éramos medio parientes, dice Martín Tello. Pero es que en los pueblos pequeños todos son parientes o medio parientes. Mi padre y su madre se apellidaban igual y, aunque no sabían de dónde les venía el parentesco, entre ellos se llamaban primos. ¡Prima, tráeme esto!, ¡primo, tráeme lo otro! Pero mis primos de verdad no eran ellos, sino los hijos de mi tío Guillermo y mi tío Evaristo. Cuando nos vinimos, nos vinimos todos: mi tío Guillermo con su mujer y sus cuatro hijos, mi tío Evaristo con la suya y las dos chicas, mis padres conmigo y con mis hermanas. Llevaban tiempo, desde antes de la guerra, hablando del embalse y diciendo que tendríamos que dejar el pueblo y, cuando llegaron unos del gobierno y ofrecieron cuatro perras por las tierras y las casas, mis padres y mis tíos no se lo pensaron. Con embalse o sin embalse, aquello no tenía ningún futuro… Y, si teníamos que rehacer la vida en otro sitio, cuanto antes empezáramos mejor, ¿no? Así que metimos todo lo que pudimos en los carros y nos echamos a la carretera. Tardamos cuatro días en llegar a Barcelona. Lo que más llamó la atención de mis hermanas fue que las ca lles tuvieran nombre y las casas número. Claro, para no perderse, dijo mi padre. Íbamos con los carros por la Gran Vía, que entonces se llamaba de José Antonio, y la gente nos señalaba con la mano y se reía. Por un conocido de uno de mis tíos conseguimos que nos dejaran meternos en un piso del Barrio Chino. En aquella época, esa parte estaba llena de emigrantes aragoneses. Lo primero que hicimos fue ir a ver el Centro Aragonés, que estaba muy cerca, en la esquina de Joaquín Costa. Entrando en Barcelona habíamos visto otros edificios más grandes y más elegantes, pero aquél nos impresionó más. No sé. A lo mejor era que lo sentíamos un poco nuestro. A lo mejor era que lo comparábamos con las casas del pueblo, tan pobres, tan mugrientas, y nos parecía que en Barcelona podríamos llegar a hacer cosas y realizar sueños que en el pueblo ni siquiera éramos capaces de concebir. Y eso nos animaba. Empecé a trabajar esa misma semana. Primero fui chico de los recados de una carnicería del mercado de San Antonio, después estuve de aprendiz en una fábrica de corcho, más tarde entré de botones en el hotel Majestic… Por la cafetería del hotel iba un hombre que tenía varias gasolineras. Me preguntó cuánto ganaba. Se lo dije. Me dijo si quería ganar más y le dije que sí. Trabajé en cuatro o cinco gasolineras distintas: una en Igualada, otra en Manresa, otra en… Entonces las distancias parecían mayores que ahora, y no podías vivir en un sitio y trabajar en otro, así que lo que ganaba se me iba en pagar la pensión. Fui a ver al patrón y le dije que prefería estar cerca de mi familia. Aquel hombre tenía también una gasolinera en el centro de Barcelona, en la calle Casanova.