Cuerpos ajenos
José A. Sánchez
«»Poner el cuerpo» es una decisión ética que abre una acción política. «Poner el cuerpo» es un acto de libertad». Estas palabras podrían condensar cuanto en este ensayo se dice de la confluencia entre ética y representación en las artes escénicas, el cine y la literatura.
José A. Sánchez comparte sus ideas en torno a una serie de asuntos neurálgicos relativos a los mecanismos con los que se construye hoy la ficción: ¿qué significa representar?, la sinceridad, la violencia, la memoria, el humor, la fascinación del mal, el cuidado, o bien, qué incomoda más la poesía o el documento… Reflexiones y preocupaciones que el autor va devanando en capítulos que pueden ser leídos en secuencia o en el orden que se prefiera.
Cuerpos ajenos traza así un relato crítico de la historia de las artes escénicas, la literatura y el cine a partir de la obra de creadores como Roberto Bolaño, Angélica Liddell, Rabih Mroue, Joshua Oppenheimer, Mapa Teatro, Susan Sontag o Basilio Patino…
«Alguna vez Foucault dijo que debía estarse ahí donde surgen las ideas, donde estallan con toda su fuerza, y eso constituye esta obra de José A. Sánchez: la oportunidad de asistir al estallido de propuestas no sólo de Iberoamérica, sino también de Asia, Europa y países árabes en una reflexión sobre prácticas escénicas que ofrecen maneras desafiantes y relevantes de examinar o responder a problemáticas sociales de las últimas décadas.» Leticia García Urriza
1. Representándonos
Mientras escribo estas palabras, trato de representarme la situación en la que son leídas. Mientras lees estas palabras puedes tratar de representarte la situación en la que son escritas. En ese doble ejercicio de representación, la temporalidad se vuelve paradójica. Pues en mi representación, la imaginación de la lectura es anterior a la escritura de las palabras que ahora estás leyendo. Y en la tuya, el presente de la lectura se adelanta, aunque sea unos segundos, a la imaginación del acto de escribir. En cierto modo, para mí las palabras son memoria de una imagen. Para ti, constituyen una invitación a imaginar una ficción verosímil.
Yo puedo representarme la escena en la que tú lees, en tu casa, sentada en un sillón o en una silla, sosteniendo un libro que acaban de prestarte. Puedo también situar la escena en una cafetería, frente a una taza de té o una cerveza, adelantando la lectura del libro que acabas de comprar mientras esperas a alguien, o simplemente disfrutando un tiempo de soledad en compañía. Pero la lectura quizá no ocurra sobre un libro, sino sobre una pantalla, o incluso sobre unas fotocopias, lo cual indica que eres estudiante y alguien te ha recomendado leer este libro o incluso te lo han propuesto insistentemente. Puedes estar recostado sobre el césped, mientras a tu alrededor se conversa sobre las noticias del día, sobre los planes para la noche, para el fin de semana, sobre algún proyecto colectivo, sobre encuentros y desencuentros amorosos. O puedes estar tumbado sobre un escenario, o sentada contra la pared de un estudio al principio o al final o en el descanso de una clase, de un taller, de un seminario, de un ensayo.
«Representación» en este caso es sinónimo de «imaginación», la imaginación de una situación o de una escena. Puestos a imaginar, imaginemos algo en este momento irreal, pero no por ello imposible, que yo esté escribiendo al mismo tiempo que tú estás leyendo. Se trataría de una situación bizarra. Porque si yo estuviera no aquí pero sí ahora, conectado, del otro lado de la página o de la pantalla, resultaría muy extraño que tú no me respondieras, que no interrumpieras mi discurso para coincidir, matizar, debatir o negar. Por otro lado, si ambos compartiéramos el mismo tiempo, si el tiempo de escritura fuera el mismo que el de lectura, tal vez con una demora mínima de producción y observación, ¿por qué usar la palabra escrita y no el habla? ¿Por qué recurrir a la mediación del código visual cuando el aural permitiría una comunicación más directa? Sobre todo porque liberaría nuestros ojos para que nos miráramos. Y ello nos daría más información sobre la intenciones de cada cual: sobre mi honestidad como escritor y la tuya como lector o lectora. Los criterios de honestidad son muy diferentes, evidentemente, a los criterios de verdad.