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Ficha técnica

Título: Correr es una filosofía. Por qué corremos | Autora: Gaia Pascuale | Traducción:  Bea Galán | Editorial: Duomo | Colección:  NefelibataPáginas: 192 | Encuadernación: Rústica con solapas | ISBN:  9788416261376 | Precio: 14,00 euros

Correr es una filosofía

Guy de Maupassant

DUOMO

«Correr te hace feliz». Así podría resumirse el camino fascinante que Gaia De Pascale traza en estas páginas sobre el arte de correr, una actividad deportiva única que es, al mismo tiempo, una filosofía y una metáfora de la vida. Correr como un sinónimo de la libertad, más allá de los frenos sociales y culturales y los límites de cualquier prisión (física, mental, real o emocional) es lo que transmiten las muchas y diversas historias que se recogen en este libro, donde aparecen otros corredores que, a lo largo del tiempo, también se han puesto en marcha. Correr, señala la autora, es la capacidad de llegar al fondo de nosotros mismos, de pensar lo impensable y, mientras nos olvidamos del dolor y la fatiga, de descubrir que el secreto consiste en seguir corriendo, como si se soñara.

Desde Hermes y Aquiles, hasta Murakami y Kilian Jornet, pasando por Jesse Owens, Emil Zátopek y la tribu de los Tarahumara. Las historias recogidas en este libro, lejanas en el espacio y en el tiempo, tienen un denominador común.

Quien corre lo hace para romper todo condicionamiento o límite: se enfrenta al destino, expresa la nostalgia por la infancia perdida o por un ideal de pureza y autenticidad al que rendirse, desfoga emociones o tensiones acalladas en el tiempo, supera las barreras que la vida le ha impuesto. En una palabra, correr es sinónimo de libertad.

«Gaia De Pascale celebra toda la belleza y la humildad que emana de quien se lanza a la aventura de correr.» La Stampa 

«No es más fuerte quien llega primero, sino quien disfruta haciendo lo que hace.» Kilian Jornet

Corren todos
(O la poesía de la carrera)

Dicen que cada año se venden en el mundo más de mil millones de zapatillas de deporte. Un número impresionante.

     Si fuera sólo una cuestión de actividad física, de pasión por el deporte, de espíritu competitivo, no se explicaría esta continua expansión del fenómeno.

       Profesionales, principiantes, jóvenes, adultos, pobres, ricos. Basta con observar las calles o los parques a cualquier hora del día, y a veces también de la noche, para darnos cuenta: corre todo el mundo. Cada cual a su manera, con sus propias ambiciones, con perspectivas divergentes, con objetivos a menudo difíciles de definir.

       La difusión de la carrera está ramificada hasta tal punto que ni siquiera el lenguaje parece ya suficiente para contener sus infinitas variantes. Bajo la etiqueta genérica de «carrera» se reúnen de hecho estilos y prácticas con frecuencia bastante diferentes, y así la lengua intenta, haciendo clasificaciones, distinguir entre running y jogging, entre pedestrismo y footing, entre velocistas y maratonianos, entre pruebas de resistencia, trail y ultratrail. Pero sigue sin ser suficiente. Porque cada carrera, de hecho, traza los contornos de una identidad personal, de un pequeño universo aparte, en el que cada uno es libre de introducir sus propios valores, sus propias interpretaciones. Los propios significados. 

        La verdad es ésta: la carrera es una actividad que construye mundos. Y por ello necesita un universo semántico articulado para contener los muchos matices de un deporte que es más que un deporte, de una disciplina que no es sólo una disciplina, de una pasión de la que nadie logra identificar las causas y establecer completamente los objetivos.

       Correr es una filosofía. Un modo de estar en el mundo. De interpretarse a sí mismo en relación con las cosas.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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Guy de Maupassant

Guy de Maupassant nació en 1850. Según unos, en Fécamp; según otros, en el castillo de Miromesnil, en Tourville-sur-Arques. A los diecisiete años conoció a Flaubert, quien le presentó a algunos de los escritores más importantes de la época, entre ellos Émile Zola, que publicaría uno de sus primeros y más famosos relatos, Bola de sebo (1880), en la antología-manifiesto del naturalismo, Las veladas de Médan. Aunque sus novelas alcanzaron pronto gran notoriedad, serían sus cuentos, muchos de ellos magistrales, los que le convertirían en uno de los autores fundamentales del XIX, a la altura de otros maestros del relato como Edgard Allan Poe o Antón Chéjov, dos autores citados precisamente por Julien Gracq para explicar el «acertado ensamblaje entre realismo y horror» que supone la narrativa breve de Maupassant, «un autor entre dos polos nerviosos», como lo definiera también Ramón Gómez de la Serna. De hecho, sus «ataques de nervios» lo llevarían a intentar suicidarse en varias ocasiones y a ser internado en una clínica, para morir, al fin, «loco, o medio loco», según escribieron los diarios de su época, en 1893.Entre las novelas de Maupassant podemos citar: Una vida (1883), Bel Ami (1885), Pierre y Jean (1888)... Y entre sus muchos cuentos: Claro de luna, La dote, La mano izquierda, La belleza inútil...

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