
Ficha técnica
Título: A la caza de la mujer | Autor: James Ellroy | Traducción: Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté | Editorial: Mondadori | Colección: Literatura Mondadori | Género: Novela | ISBN: 9788439723486 | Páginas: 240 | Encuadernación: Tapa dura | PVP: 18,90 € | Publicación: 11 de Febrero 2011
A la caza de la mujer
James Ellroy
En 1959 James Ellroy tenía diez años. Un día, después de hacerle un regalo, su madre, Jean Hilliker, que acababa de divorciarse de su marido, le dio a elegir entre vivir con ella o con su padre. James eligió a su padre sin dudarlo y Jean zanjó el asunto con una bofetada. Desde el suelo, James deseó que se muriera y tres meses después fue asesinada.
En torno a este hecho, James Ellroy reconstruye su infancia desestructurada, los delitos de su época adolescente y la temporada que pasó en la cárcel, su vida como escritor, su avidez sexual, sus matrimonios fallidos y la crisis nerviosa que tuvo cuando conoció a una mujer extraordinaria que podría haber sido Ella. Superponiendo épocas y lugares, momentos cargados de emoción e instantes llenos de clarividencia, Ellroy presenta su autobiografía con el pulso narrativo de sus mejores novelas.
«uno de los grandes escritores norteamericanos de nuestro tiempo.» Los Angeles Times
«Absolutamente perturbador.» Entertaintment Weekly
«El último libro de James Ellroy es también el más intimo y personal. es convincente e implacable en sus revelaciones. Sus frases hacen que te sientas agradecido de leer su prosa, cargada de esa furia, pasión y energía maravillosas.» San Francisco Chronicle
«Quizá las memorias más confesionales que he leído nunca » Dallas Morning News
«Nadie de su generación consigue combinar la amplitud y la profundidad de Ellroy con el género negro.» Detroit News
«El retrato característico e implacable de sí mismo como adolescente furioso y frustrado es una obra maestra de economía salvaje. No cabe duda que Ellroy es una voz única.» Oberser
«Fascinante […] unas memorias conmovedoras de amor y obsesión del maestro noir James Ellroy… Los lectores que lo conocen reconocerán y apreciarán su prosa de ametralladora, los claroscuros de Los Ángeles y la psique atormentada de la que se ha apropiado Ellroy.» Shelf Awareness
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La cifra no importa. No es un recuento de cadáveres, ni una lista en un bloc, ni una baladronada. Las estadísticas enturbian la intención y el sentido. La cantidad es, por lo tanto, ambigua. Novias, esposas, ligues de una noche, acompañantes de pago. Cifras modestas al principio. Un frenesí incontable después. En mi caso, la cantidad no significa un carajo. El contacto culminado significa todavía menos. Al principio, yo era un mirón. El acceso visual significaba captura. La Maldición había incubado mis dotes narrativas. Previamente, mi ojo de voyeur las había aguzado. Vivía una versión juvenil de mis retorcidos héroes de treinta años después.
Estamos mirando. Los ojos se nos salen de las órbitas. Estamos observando a mujeres. Queremos algo enorme. Mis héroes todavía no lo saben. Su virginal creador no tiene la más remota idea. No sabemos que estamos leyendo personajes. Estamos mirando para poder dejar de mirar. Anhelamos el valor moral de una mujer. La reconoceremos cuando la veamos. Mientras tanto, miraremos.
Un documento revela mi temprana fijación. Lleva la fecha 17/2/55. Precede en tres años a la Maldición. Es una instantánea en un parque infantil, en Kodak blanco y negro.
Unas barras para trepar y jugar, dos toboganes y un foso de arena se amontonan en primer término. Yo estoy de pie, solo, a la izquierda de la escena. Soy grande y torpón y voy desaseado. Mi agitación es evidente. Un desconocido me tomaría por un chico jodido por las dificultades de la vida cotidiana. Tengo los ojos vidriosos, fijos en cuatro niñas apiñadas a la derecha de la imagen. La foto está llena de objetos y de críos que se mueven despreocupadamente. Yo estoy tenso, en pose de puro estudio. Mi mirada escrutadora resulta asombrosamente intensa.
Ahora, releeré mi mente de hace cincuenta y cinco años.
Esas cuatro niñas son presagio de La Otra. Yo soy un niño luterano piadoso. Solo puede haber una. ¿Es ella, ella, ella o Ella?
Creo que la foto la tomó mi madre. Un progenitor cualquiera habría dejado fuera del plano al chiquillo raro. Jean Hilliker a los treinta y nueve años: la piel pálida y pelirroja, con raya en medio y el cabello recogido detrás; tiene mis facciones y mis ojos ardientes y un garbo enérgico que yo nunca he poseído.