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Un hombre para todos los tiempos

Por 18 de diciembre de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Estaba haciendo zapping en la tórrida tarde del sábado, cuando descubrí que Film & Arts emitía A Man for All Seasons. Mi mujer y mi hija más chica presionaban para que saliésemos en busca de algún sitio con aire acondicionado, pero de inmediato me apliqué a ganar tiempo con esas expresiones a las que uno recurre en cincunstancias similares: ahora voy, bañate vos primero y esa clase de cosas. Mi interés por A Man for All Seasons, que nunca había visto antes, tenía que ver en primer lugar con Robert Bolt, guionista del film y autor de la obra original. Bolt siempre fue uno de mis guionistas preferidos, su trabajo junto a David Lean dio lugar a algunas de mis favoritas de todos los tiempos: Un puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago. Pronto descubrí que la película era una especie de Quién-Es-Quién del cine de la época –la película es de 1966, dirigida por el norteamericano Fred Zinnemann-, y me di a mí mismo la excusa de que quería saber qué otros actores famosos iban a aparecer: entré en una escena entre Orson Welles y Paul Scofield, que hace de Tomás Moro, y después fueron apareciendo Wendy Hiller, John Hurt, Susannah York, Leo McKern y hasta Robert Shaw, a quien conocí haciendo de Quint en Tiburón y que aquí interpreta a un desaforado –en todos los sentidos, habría que decir- Enrique VIII.

            La película recrea el enfrentamiento entre Tomás Moro, autor de Utopía, y el monarca inglés. Enrique VIII pretendía que Moro, a quien había nombrado Canciller del reino, lo apoyase en su intención de divorciarse de Catalina de Aragón para desposar a su amante. Moro empleó argumentos políticos, religiosos y hasta de la más pura lógica para tratar de disuadir al monarca, pero cuando comprendió que Enrique no cejaría en su intento –que con el tiempo lo llevaría a romper con la Iglesia católica para crear la Anglicana a su gusto y conveniencia-, optó por encerrarse en un profundo silencio: no bendeciría la unión, pero tampoco la criticaría. Sin embargo Enrique entendió que el silencio de Moro hablaba volúmenes, por lo cual decidió encarcelarlo primero, juzgarlo después, y por fin, ante la certeza de que Moro no daría el brazo a torcer, ordenar su decapitación.

            A simple vista A Man for All Seasons es uno más de esos dramones históricos ingleses (la verdad es que sentía todavía más calor viendo a esa pobre gente tan vestida), pero el debate de ideas que cobija me resultó apasionante –y más actual que nunca. Una escena en especial me pareció brillante. Ya en prisión, Moro recibe la visita de su hija Meg (una jovencísima Susannah York), a quien Cromwell (McKern) le ha permitido acceso confiando en que presionará a su padre para que cambie de idea. En efecto, la inteligente Meg le expone a su padre un argumento sagaz, con el que espera convencerlo: sabiéndolo hombre de fe profunda, le sugiere que no debería caer en la tentación de jugar al héroe, lo cual entrañaría pecado de soberbia.

            Moro le responde entonces: “Si viviésemos en un Estado en el cual la virtud fuese redituable, el sentido común nos convertiría en buenos, y la avaricia nos tornaría santos. Y viviríamos como animales o ángeles en la tierra feliz que no necesita héroes. Pero como vemos, de hecho, que la avaricia, la ira, la envidia, el orgullo, la pereza, la concupiscencia y la estupidez resultan más redituables que la humildad, la castidad, la fortaleza, la justicia y la razón, y en la necesidad de elegir, siendo humanos al fin… quizás sea necesario que resistamos un poco –aun corriendo el riesgo de convertirnos en héroes”.

            En ese momento creí que Moro hablaba con la más irreductible verdad. (Me encantó que convirtiese a la estupidez en uno de los pecados capitales.) Al día siguiente, cuando dejé que las palabras de un irresponsable me dañasen, me descubrí pensando que además de la lucidez de Moro me vendría bien su templanza. Soy una criatura de sangre caliente, recalentada aun más por mi circunstancia estival. Ojalá pueda alguna vez alcanzar el equilibrio del Moro que Bolt creó, su capacidad casi sobrehumana para no distraerse con aquello que no puede modificar y conservar así sus fuerzas –ya que seguimos hablando de energía- para la producción de luz, de amor y de concordia. En un mundo que insiste en relativizar toda opción moral (se comienza tolerando una falta de respeto y se termina tolerando genocidios), este hombre para todas las estaciones del que habla el título debería ser revisitado más a menudo, porque sigue siendo un hombre para hoy; uno como los que casi no quedan.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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