Skip to main content
Blogs de autor

Sobre los capítulos finales

Por 22 de junio de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Esta fue una semana extraña. Que empezó tristemente el sábado, con la noticia de la muerte de la niñita africana. (Una hoja que cae en Etiopía, produciendo temblores a miles de kilómetros.) A mitad de camino me encontré con The End of the Affair, la película de Neil Jordan que adapta la novela homónima de Graham Greene. Releyendo el libro, descubrí un párrafo que había subrayado la primera vez: “Cuán retorcidos somos los hombres, y aun así dicen que Dios nos hizo; yo encuentro difícil concebir a Dios alguno que no sea tan simple como una ecuación perfecta, tan claro como el aire,” escribe el protagonista. En cambio yo creo que si existe algo parecido a Dios, seguramente se nos parece más de lo que sería deseable –incluso en su retorcimiento. Esta pobre criatura lo habría experimentado todo antes que nosotros: la soledad, la confusión, el miedo… y el amor, por cierto, con todo lo maravilloso y terrible que encierra. 

Prosiguiendo con la semanita, anoche fui al DVD club. Para mi sorpresa, encontré que quedaba una copia de una película que llevaba semanas tratando en vano de alquilar: The Fountain, la tercera de Darren Aronofsky –después de Pi y de Requiem for a Dream. Allí estaba, en el estante. Tan sólo una copia. Como si hubiese estado esperándome, ahora que había llegado el momento adecuado.

The Fountain es una película rara, una suerte de 2001: Odisea del espacio, pero de los afectos. No es difícil entender por qué le fue mal comercialmente –en la Argentina ni siquiera llegaron a estrenarla- y por qué tantos críticos la entendieron a medias. (Los críticos son tan generosos con los adjetivos como pobres en materia de sentimientos.) Cuenta una misma historia de tres maneras distintas, o si se quiere, en tres tiempos. En el presente, Tom (Hugh Jackman) es un científico en desesperada búsqueda de cura para una enfermedad tan innominada como mortal. No lo mueve el deseo de gloria, sino la imperiosa necesidad de salvar a su mujer, Izzi (una resplandeciente Rachel Weisz), de los tumores que la están llevando al filo de la tumba. En el siglo dieciséis, Tom se convierte en Tomás, un conquistador español que busca el Arbol de la Vida en continente americano, convencido de que encontrarlo significará la salvación para su reina, llamada Isabel –Izzi es una abreviatura cariñosa del nombre hispano-, cuya vida peligra bajo la amenaza de la Inquisición. (La asociación entre la Inquisición, o sea la fe ciega, y un tumor cancerígeno, no deja de ser interesante.) Y ya en el futuro, Tom es una versión calva y casi traslúcida de sí mismo, que transporta el árbol en que Izzi se ha convertido por el espacio, rumbo a una estrella moribunda que convertirá todo fin en un principio.

El hilo conductor es la necesidad de Tom de preservar la vida de su amor. Hugh Jackman transmite la desesperación de su personaje con una elocuencia que es a la vez maravillosa y terrible. (Como la de Dios mismo.) Al mismo tiempo, Rachel Weisz logra con elementos mínimos sintetizar todo aquello que es amable en el ser humano; y en ese sentido se convierte, por obra y gracia del arte, en aquellos amores que hemos perdido en la vida. Puede que algunos encuentren desconcertante la estructura narrativa, que tiene mucho de literario. De hecho Izzi ha escrito un relato llamado The Fountain, como la película misma, que cuenta la parte de la historia que concierne al conquistador Tomás y a su reina en peligro: antes de morir le deja a Tom el mandato de que termine el último capítulo, y pluma y tinta para que acometa la tarea. Lo primero que hace Tom es tomarse el mandato de forma (apropiadamente) literal: se “escribe” a sí mismo, dibujando en su dedo el anillo matrimonial que ha perdido. (El Tom del futuro se escribe anillos en los brazos, como aquellos que suman los árboles a cada año.)

Pero quizás sea inapropiado perderse en las circularidades de imágenes y relato, en las apropiaciones borgianas y hasta cortazarianas. The Fountain es una película en la que hay que limitarse a sentir y nada más, una película a la que hay que permitirle que ocurra en nuestra alma. Como suele ocurrir en la vida, las cosas verdaderamente importantes son tan simples que a menudo se nos tornan invisibles. Perder a alguien amado es terrible, pero la desaparición física no supone el fin del amor. (Tan sólo el fin del romance.) Los que sobrevivimos tenemos el mandato de escribir el último capítulo, lo cual significa asumir la pérdida y a la vez honrar a quien se ha ido. Y al hacerlo comprendemos que el relato completo no puede ser sino circular, porque así como nuestros átomos provienen de las estrellas, también van hacia ellas.

Esta ha sido una semana extraña. Triste, a menudo. Pero con un capítulo final lleno de esperanza.

profile avatar

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Obras asociadas
Close Menu