Skip to main content
Blogs de autor

Sangre caliente

Por 21 de diciembre de 2005 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Se supone que como escritor, uno tiene derecho a poner a sus personajes en cualquier situación que se le ocurra, sin importar cuán indigna. (Aunque a veces hay excepciones, como podría dar fe Arthur Conan Doyle, que debió resucitar a Sherlock Holmes para no ser linchado a manos de su público.) Hay escritores que tratan a sus criaturas como moscas y que no parecen temblar al someterlas a tormento; escriben a sangre fría. En mi experiencia particular, suelo sufrir al escribir esos trances tanto como, imagino, sufren mis pobres personajes al vivirlos. En cualquiera de los casos, tenemos licencia para hacer esto del mismo modo en que Bond la tiene para matar: es parte del proceso creativo, y de la necesidad de generar drama ficticio para ponernos en condiciones de asimilar el drama real que la existencia nos presenta a diario.
Roncagliolo se manifestaba ayer obsesionado por el tema, en especial desde que vio la película Capote. Durante la gestación de A sangre fría Truman Capote manipuló a gente real como si fuesen criaturas de ficción. Más allá del resultado literario, la actitud fue y es repugnante. Cuán distinta de la actuación de Rodolfo Walsh, que además se adelantó varios años a la edición de A sangre fría con la creación de la novela de no ficción Operación masacre (1957). Lejos de manipular personas para acomodarlas a la conveniencia de su creación literaria, Walsh expuso su vida para que una historia silenciada por conveniencia política llegase al gran público. Tanto Capote como Walsh crearon textos admirables; pero sólo uno de ellos es además admirable como persona.

…………………

De allí en más, a Capote ya no le fue tan bien cuando trató de seguir manipulando a gente real; no le quedó más remedio que manipularse a sí mismo, convertiéndose en personaje.
Walsh, por su parte, siguió arriesgándose. Hasta que lo mataron.
Murió asesinado el 25 de marzo de 1977, un año y un día después del golpe que marcó el inicio de la dictadura, cuando trataba de repartir ejemplares de su Carta Abierta a la Junta Militar. No recuerdo cuándo leí ese texto por primera vez, presumo que no antes de 1983 ó 1984, cuando la dictadura agonizaba o ya había muerto, aunque más no fuese formalmente. Lo que sí recuerdo es el escalofrío que me produjo y mi otra reacción, la de preguntarme: ¿cómo sabía este tipo todas esas cosas en 1977, cuando la mayor parte de los argentinos recién empezaba a descubrirlas al promediar los años 80?
Es simple. Las sabía porque quería saberlas. Porque tenía los ojos abiertos.
Los buenos escritores, como Capote, tienen los ojos abiertos: nunca se les escapa un detalle de los que conviene a su narración.
Los grandes escritores, como Walsh, tienen los ojos abiertos para verlo todo. Hasta lo que no les gusta, hasta lo que no les conviene.

…………………

Hay una verdad fáctica, reproducible hasta el infinito, que es el objeto del periodismo, o del género literario de la no ficción. Pero existe además una verdad propia de la ficción. Aunque parezca inasible, no es nada difícil de identificar. Bastan las primeras páginas de cualquier novela para percibir si el escritor está escribiendo desde un lugar de su alma desnudo y vulnerable, si escribe así porque no concibe mejor forma de conocerse a sí mismo y de conocer el mundo que ésta, la que le proporciona el extraño mecanismo de la ficción; o si tan sólo está escribiendo así para imitar a alguien, para plegarse a la temática du jour, para consagrarse en algún cenáculo o simplemente porque escribir es la mejor excusa que encontró para no vivir una vida plena.
Daría cualquier cosa por escribir la biografía de Walsh. La vida de Capote, por cierto, me tiene sin cuidado.

profile avatar

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Obras asociadas
Close Menu