Skip to main content
Blogs de autor

Recuerdos de la muerte (II)

Por 22 de marzo de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Yo no soy de los que creen que se puede narrar el horror de una vez y para siempre. Ya sé que no estoy descubriendo la pólvora, vaya como muestra la persistencia de los relatos sobre el fenómeno nazi y el genocidio por aquellos perpetrado. A veces me digo que esta recurrencia debe tener algo que ver con la perplejidad; creo que los abismos de maldad en los que algunos especímenes humanos se precipitan, sin necesidad de mayores excusas, siguen siendo una fuente de asombro para muchos de nosotros. Creo, pues, que debemos seguir narrando el horror hasta que ya no nos asombre, porque sólo entonces podremos salir del marasmo y hacer algo al respecto. El asombro es una de las formas de la contemplación, y la simple lectura de los diarios alcanza para colegir que ya hemos sido contemplativos durante demasiado tiempo.

Tampoco creo que haya que tomarse literalmente aquello de que, después de Auschwitz, narrar perdió sentido. Pienso que Auschwitz y las múltiples emulaciones que produjo hacen más necesaria que nunca la narración. Convengamos que el grueso de la narrativa clásica fue concebido en tiempos durante los cuales los genocidios eran tan cotidianos como la peste, las hambrunas y los tifones; en ese contexto, un exterminio disfrazado de guerra era algo tan natural, que en la mayor parte de los clásicos funciona como telón de fondo, y por ende casi nunca es tematizado, desmenuzado, analizado. Supongo que la narrativa del último siglo se debe a sí misma esa tarea, la de interrogarse sobre la raíz más irracional y violenta del hombre, y responderse si queda alguna posibilidad de revalidar nuestro módico, y por lo general inconsecuente, elemento racional. Por supuesto, existen numerosos autores que lo han intentado, no olviden que estoy generalizando: ¿pero no creen ustedes que nos vendría bien un poema, una novela o una película que hiciese por el aspecto más sublime del hombre (sea éste cual fuere: su espíritu gregario, su capacidad de generar concordia, su invención de la piedad) lo que La Ilíada hizo por la guerra?

En buena medida me estoy justificando, porque no pude dejar de narrar el horror de la dictadura argentina en ninguna de mis novelas, con excepción de la primera, El muchacho peronista, que aludía a la cuestión de una forma más radical: simplemente trataba de cambiar el curso de la historia argentina, en la esperanza de que entonces no tuviese que suceder lo que había sucedido. El espía del tiempo utilizaba los recursos del policial para argumentar por qué no correspondía responder con violencia a los dictadores que habían abusado de ella; tuve que recorrer ese camino para comprender a fondo la búsqueda no violenta de verdad y de justicia que aquí encarnaron, desde el primer momento, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. Kamchatka era una historia íntima, de padres e hijos, que se preguntaba si uno podía revisar la experiencia del terror y encontrar algo bueno en medio de la oscuridad. Y la novela nueva, La batalla del calentamiento, se plantea el tema de la responsabilidad de una sociedad que hizo posible el genocidio con su silencio, y la forma en que el horror comprometió el andar de las generaciones futuras.

Si tuviese que elegir una sola historia para sintetizar aquella experiencia, no dudaría. Es una que figura en el libro Nunca más, y que incluí casi sin disfraces en un breve capítulo de El espía del tiempo. Cuando la leí por primera vez me impresionó que su protagonista, un niño de pocos años, se llamase igual que yo: Marcelo. La coincidencia me forzó a ponerme en el lugar del niño, aunque más no sea de forma aproximada, porque es obvio que carezco de la imaginación, y de la fortaleza de alma, para padecer algo similar a lo que padeció Marcelito –y sobrevivir.

Marcelito tiene cuatro años cuando los militares entran en su casa y se llevan a sus padres y a su hermana mayor. Por algún motivo que escapa a la crónica, dejan al niño en manos de su abuela materna. El testimonio de esta abuela nos sirve para afirmar que a partir de entonces se convirtió en un niño taciturno, que pasaba largas horas mirando por la ventana y que no toleraba dormir solo: necesitaba abrazarse a otro cuerpo humano.

¿Por qué montaba a diario guardia en la ventana? ¿Porque quería estar preparado en caso de que los militares regresasen por él? ¿Porque esperaba la vuelta de su padre, de su madre y de su hermana? Una mañana la abuela lo sacude y ya no logra despertarlo. El veredicto médico será inapelable: a Marcelito le falló el corazón.

No encuentro síntesis más perfecta, ¡y más terrible!, de lo que significa para mí la dictadura argentina. Se trata de la clase de horror que parte el corazón de un niño, aun cuando sabemos que los niños no mueren de ataques cardíacos.

(Continuará.)

profile avatar

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Obras asociadas
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.