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Palabras profanas (2)

Por 14 de agosto de 2008 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Otra palabra que en mi país se está usando de modo falaz es la siguiente: ‘consenso’. Según pretenden los medios, lo que ‘la gente’ reclama (‘gente’ que por definición es anónima, y por lo tanto no puede protestar la impostura de los que se arrogan su representación), es que el Gobierno cree ‘consenso’. La idea no estaría mal en términos ideales: sería recomendable que los Gobiernos de todos los países apostasen a consensuar entre los actores sociales y económicos, convenciéndolos de empujar en la dirección del bien común. Pero en el caso de la Argentina, la palabra ‘consenso’ se puso de moda en el contexto del enfrentamiento entre la administración de Cristina Fernández de Kirchner y los más poderosos empresarios agropecuarios. En este marco, la falta de ‘consenso’ por la que se responsabiliza a Cristina equivale a la admisión lisa y llana de que el otro tenía razón. Y hasta donde yo entiendo mi diccionario, ‘consenso’ (‘conformidad de una persona con una cosa o acuerdo de varias personas entre sí’, María Moliner dixit) no supone la aceptación de algo con lo que no se está de acuerdo; si así fuese, la paz de los cementerios debería llamarse ‘consenso’.

El ‘consenso’ es deseable en una sociedad, en esto estaremos de acuerdo todos. Lo que hay que comprender es que no siempre es posible, ni recomendable. Existen momentos y circunstancias en los que esta clase de ‘consenso’ que hoy parece tan importante resultaría inadecuado. No puede haber ‘consenso’ durante una dictadura militar -ni durante una dictadura de los mercados.

¿Se puede profanar una palabra? Claro que sí: si al usarla la despojo de su significado original, acercándola incluso a un sentido opuesto al que tenía, la estoy profanando. Sólo puede existir consenso verdadero entre partes que están dispuestas a conceder algo, con ánimo de encontrarse con el otro a mitad de camino. Consecuentemente, aquellas partes que no están dispuestas a ceder nada no pueden reclamar ‘consenso’. En todo caso, lo que reclaman es que el otro acepte su derrota sin protestar. Se pueden firmar tratados en estas circunstancias, pero como la Historia prueba de manera repetida, los acuerdos suscriptos entre un vencedor indiscutido y un vencido humillado son papeles que el viento termina desordenando.

Por más que quiera, nunca lograré consensuar con quien sólo piensa en su propio bienestar. Porque el hecho de que se valore a sí mismo por sobre todas las cosas determina que sólo querrá consensuar conmigo cuando tenga todas las de ganar, o se haya impuesto ya.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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