Marcelo Figueras
Una de las cosas que compré durante mi último viaje fue la caja que Columbia editó para conmemorar los 30 años de Born to Run, el disco que consagró a Bruce Springsteen en 1975. (Lo cual significa que Born ya tiene 32 años. Mierda. El tiempo está corriendo más rápido que mis piernas.) Compré la caja porque la única edición de Born to Run que tengo es la de vinilo, y porque me interesaban los materiales extra: tanto el documental Wings for Wheels como el DVD del concierto que Springsteen y la E Street Band ofrecieron en el Teatro Hammersmith de Londres, también en 1975. Creo que el Springsteen de Born to Run, esto es el Bruce pre-Born in the USA, lo cual también significa el Bruce flaquito y callejero pre-sobredosis de gimnasio, es aquel que prefiero. En aquel momento –yo era muy pequeñito, como las matemáticas indican-, Born to Run me iluminó el alma y contribuyó a marcarme el camino. Para empezar, era un disco bigger than life. Todo en él era desmesurado, tal como me gusta: desde el abigarrado sonido a la Phil Spector, pasando por la voz feral de Springsteen, hasta el scope de cada una de sus canciones, concebidas como films dignos de James Dean y de pantallas ni un milímetro por debajo de los 70.
El documental Wings for Wheels echa luz sobre el hecho fortuito que definió la esencia de Born to Run. Por aquel entonces Springsteen ya tenía dos discos promisorios, Greetings from Asbury Park, N.J., y The Wild, the Innocent and the E Street Shuffle. Esas obras, sumadas a sus incendiarias actuaciones en vivo, le valieron que el crítico Jon Landau escribiese una frase que ya tiene resonancias míticas: “He visto al futuro del rock and roll, y su nombre es Bruce Springsteen”. Cuando las sesiones de lo que debía convertirse en Born to Run se estancaron después de grabar el tema homónimo, Springsteen decidió consultar a Landau, que sin mayor experiencia previa en la cuestión terminó convertido en co-productor del disco –y en manager de Springsteen hasta el día de hoy. Creo que Landau fue fundamental durante las sesiones, porque impulsó a Springsteen a terminar de hallarse a sí mismo. A menudo los artistas son inseguros, y pendulan entre sus ambiciones y el temor de no lograr destacarse por encima de la mediocridad; creo, pues, que lo que Landau veía en él proporcionó a Springsteen la confianza que le faltaba para estar a la altura de sus deseos. Si ese crítico tan prestigioso no dejaba de decir que estaba destinado a la gloria, ¿por qué no creer, por qué no lanzarse al vacío con los brazos abiertos y un grito de júbilo en los labios?
El disco sigue siendo tan emocionante como en su momento. Su sonido es el de un hombre que aún sabiéndose limitado, se juega el todo por el todo. Creo que buena parte de su mérito pasa por allí, por la elección de personajes comunes, falibles hasta el filo de la indignidad, a los que convierte en protagonistas de historias más grandes que la vida misma: ¿o acaso no es cada uno el protagonista de su propia historia, de la novela y del film de su vida? ¿Dónde figura que nuestras existencias deben ser narradas desde el minimalismo o el realismo sucio, dónde dice que debemos contentarnos con la luz chata y el fuera de foco? Yo trato de vivir mi vida en technicolor y en cinemascope. Le debo ese impulso y esa pasión a mucha gente, por cierto, pero Springsteen sin duda está entre ellos –y su disco más trascendente, este Born to Run que te anima a creer que tu chica es la mejor del mundo a pesar de que ambos sean conscientes de que no son tan bellos ni son ya tan jóvenes, este Born to Run que te otorga la fe que te faltaba para encontrar una redención que quizás esté debajo de la sucia capota vinílica de tu auto, este Born to Run que te revela que tenés poco y nada que perder y que lo mejor que puedes hacer es dar el salto, porque este es un pueblo de perdedores, y yo me estoy yendo porque quiero ganar.
We got one last chance to make it real, dice Springsteen en Thunder Road.
Nos queda una última oportunidad para convertir nuestros deseos en realidad, una última oportunidad para correr más rápido que el tiempo.