Marcelo Figueras
Voy a meterme en problemas con este texto. Por una parte necesito ser breve (esta es una batalla que siempre pierdo), porque estoy a un rato nomás de subirme a un avión para volar rumbo a Holanda, donde se acaba de editar mi novela anterior, Kamchatka. Por la otra, siento la necesidad de hablar de una cuestión que surgió anoche, en la sobremesa de la cena de mi cumpleaños, que ocurrió en Madrid. A partir de una pregunta que ya he oído varias veces (¿cómo es posible que no haya autoras mujeres en El Boomeran(g)?), se disparó el tema en su aspecto más grande y más trascendente: la cuestión sobre el lugar de la mujer en esta sociedad. En este país (todavía estoy en España, insisto) donde casi cada día se difunde la noticia sobre un marido, novio o ex que golpea o asesina a su pareja, no se trata de una cuestión menor. Y en la Argentina el machismo tampoco es débil, por supuesto. Allí todavía sigue considerándose que el hombre que engaña a su mujer con muchas otras es un tipo listo, y que la mujer que engaña es simplemente una mala mujer.
No voy a negar lo obvio; esto es, las dificultades que enfrentan a diario las mujeres en un universo laboral mayoritariamente (y ante todo: jerárquicamente) masculino. (Todos sabemos que deben trabajar el doble para ser consideradas iguales que sus colegas varones. Y todos sabemos, dice la broma, que esto no es nada difícil para ellas.) Y tampoco quiero entrar a demostrar que no soy machista, porque seguramente existe algún resabio en mí aunque más no sea por el hecho de haber respirado el aire que me tocó en suerte; por lo demás, nací de madre, amo a las mujeres y tengo hijas que son mi cielo y mi esperanza para el futuro mejor de esta tierra. Lo que me pregunto es, como ha dicho alguna vez Harold Bloom, si debo obligarme a leer determinadas autoras por el simple hecho de ser mujeres. Lejos de ponerme a defender la política editorial de este blog, que yo no establezco ni dirimo, hablo ante todo como lector: por cada Lorrie Moore hay centenares de Murakamis, Irvings, McEwans… ¿Por qué no existen más escritoras que me vuelen la cabeza? ¿Es porque la conspiración masculina les está vedando el acceso, como pretendió alguien en la mesa? A mí que me disculpen, pero los hombres estamos cada vez más de capa caída; y particularmente, creo que escribimos cada vez peor y con ambición decreciente -por no decir casi nula.
Por lo tanto, no creo que las escritoras mujeres lo estén teniendo mucho más difícil (dije MUCHO, insisto) que los hombres que están tratando de publicar y de hacerse un nombre. De hecho, existen nichos literarios que tienen prácticamente copados, y con las mejores artes. Los escritores hombres de hoy temen expresar sus sentimientos (qué hato de pusilánimes, aquí también han perdido el norte), cuando las mujeres saben que el asunto es tan natural como necesario, y además lo hacen todos los días. Y aquellas escritoras que pasan de los sentimientos son más cultas y mejores estilistas que el más dotado de sus colegas. Pero se me hace que si todavía no conocemos a una versión femenina de Shakespeare no es porque un editor varón le ha negado acceso, sino simplemente porque aún no existe; en estos tiempos democratizados por Internet, si existiese ya se habría hecho notar de alguna forma.
De lo que estoy seguro es de que esa Shakespeare mujer, esa Proust, esa Joyce, ¡esa Cervantes!, está en camino. Lo sé con certeza, tanto como sé que -seamos honestos- tampoco existen hoy escritores hombres a la altura de Shakespeare, ni perspectivas de que los haya en un tiempo cercano. Nuestro tiempo ha pasado, el tiempo de las mujeres es hoy, con cuota obligatoria o sin ella.
En fin, hasta aquí llego. El avión me espera. La seguimos mañana.