Marcelo Figueras
Antes de comentar cuáles fueron mis películas favoritas del año que culmina, dejo constancia de una consideración.
Víctima de las presiones del mercado y de sus propios esquemas de producción, el cine de hoy parece determinado a parafrasear a Richard Matheson y convertirse en el increíble arte menguante. Las películas –admitámoslo- son cada vez peores. Y las variantes tecnológicas (3D, IMAX) no van a salvarlo de su actual marasmo, del mismo modo que no fueron ni el Cinemascope ni la pantalla en 70 mm lo que preservó al cine de perecer a manos de la TV entre los años 50 y 60. (Los salvadores fueron narradores como David Lean y Anthony Mann, más allá de la dimensión de las pantallas; y por supuesto, los productores que confiaron en ellos en lugar de contratar a profesionales mediocres para dirigir Lawrence de Arabia y El Cid.) Esa es la razón por la cual la lista de películas nuevas que desgranaré es corta: ¡es que simplemente no hay tantas películas buenas!
Las que más me gustaron de este año son: Let the Right One In de Tomas Alfredson (una bellísima historia de amor, que para más datos tiene por protagonistas a dos niños o, para ser preciso, a un niño y a una niña-vampiro), Public Enemies de Michael Mann (no es la mejor peli de su carrera, pero uno elige comparando con el resto de la manada del año), District 9 de Neill Blomkamp (fantástica como ciencia ficción, pero también como cine político –y cine a secas, por supuesto), Up (si los muchachos de Pixar se animasen a no convertir los terceros actos de sus películas en persecuciones convencionales, Wall-E y Up serían obras maestras), Historias extraordinarias (el maratón de Mariano Llinás, una máquina narrativa con vocación de sinfín) y La sangre brota de Pablo Fendrik.
Gran Torino y Bastardos sin gloria me parecen buenas pelis, y punto. Mi hija Agustina sostiene que Two Lovers de James Gray es maravillosa, pero todavía no pude verla. The Hangover me resultó muy graciosa. Encontré que (500) Days of Summer era encantadora. Y Antichrist de Lars von Trier me perturbó tanto que no me animé a escribir sobre ella en este sitio; precisamente porque sigo tratando de entender qué me produjo, creo que no debe faltar en esta lista.
Por supuesto, algunas de las pelis memorables de este año las vi gracias a la maravillosa tecnología del DVD, porque –admitámoslo también- cada vez vemos menos cine en los cines. Este es uno de los signos de los tiempos que los grandes estudios cinematográficos parecen reacios a comprender: no es el que la proliferación de nuevas tecnologías conspire contra el cine porque impulsa a la gente a ver pelis en sus casas, en sus computadoras-ordenadores y hasta en sus teléfonos; se trata, por el contrario, de que la gente tiene tanta avidez de ver cosas buenas que, con tal de saciar su sed, buscará donde sea y cómo sea.
Antes de irme, anoto algunas pelis que siguen esperando su oportunidad de actuar para mí, en una torre que se eleva junto a la TV de casa: Synecdoche, New York de Charlie Kaufman, Election y Election II de Johnnie To, Siete novias para siete hermanos (una de las favoritas de mi madre), El prisionero de Zenda (la de Ronald Colman), Tideland de Terry Gilliam, El afinador de terremotos de los hermanos Quay…
Tantas pelis interesantes, y tan poco tiempo.
¿Vieron ustedes algo que valga la pena buscar?