Marcelo Figueras
En su columna de hoy en el diario Página 12, Sandra Russo acuñó un concepto brillante. A todos nos consta que vivimos tiempos en los cuales la noción de inseguridad -frente a la violencia delictiva, o en su defecto frente al terrorismo- está en todas las bocas. No podría ser de otro modo, dado el uso avieso que de esa idea hacen tanto los políticos como los medios de comunicación. (Nadie niega que la violencia exista: lo terribles son las cosas que se hacen, o al menos se proponen, con la excusa de combatirla.) Por eso Russo propone una suerte de contra-concepto, que balancea el original de la inseguridad al tiempo que se hace cargo de una realidad tan indiscutible como la de la violencia: el de la inseguridad informativa.
"Estamos viviendo un altísimo grado de inseguridad informativa", dice Sandra. Por supuesto que se refiere a los medios argentinos, pero estoy seguro de que ustedes, estén donde estén, también han ido desarrollando cada vez más una saludable desconfianza respecto de los medios: dadas las características de las empresas informativas de hoy, el fenómeno no puede sino ser global. "Los medios concentrados están dando una batalla sucia -agrega Sandra- y del periodismo queda el decorado. Estamos siendo operados contínuamente…" (Aquí se dice operados como sinónimo de manipulados.)
Espero que Sandra misma, así como muchos otros, desarrollen el concepto de inseguridad informativa con la premura que necesitamos. Cuando lo hagan se referirán seguramente a las primeras planas que nos malinforman e inducen al error de juicio. Pero yo quiero aprovechar la idea para detenerme en un ejemplo menor. A veces el mecanismo del engaño queda expuesto de manera más flagrante en los ejemplos que parecen triviales, que en aquellos asuntos donde nuestros prejuicios pueden nublarnos la vista.
Ultima edición local de la revista femenina Elle. Ya desde la tapa se anuncia el tema. Resilientes: las que salieron a flote después de tocar fondo, dice el título. La idea es hablar de aquellas mujeres que sufrieron cosas terribles y sin embargo resurgieron de las cenizas para convirtirse en triunfadoras. Una serie de fotos y epígrafes ilustra cada caso. Madonna: huérfana, pobre e inmigrante… Teri Hatcher: violada por su tío a los 5 años. Demi Moore: madre alcohólica, padre ausente, fue adicta a las drogas… Michelle Bachelet: asesinaron a su padre, fue secuestrada y torturada. Charlize Theron: a los 15 vio cómo su madre mataba a su padre. Oprah Winfrey: fue violada entre los 9 y 14 años por un primo. ¿Saben cuál es el único ejemplo de una presunta ‘resiliente’ argentina? La animadora Susana Giménez. ¿Y cuál habría sido la tragedia a la que se sobrepuso? Se casó y tuvo una hija a los 17… Trabajaba en una fábrica como secretaria para mantenerse.
De lo cual se infiere que, para la gente de la versión local de Elle, tener una hija a los 17 y trabajar en una fábrica es tan terrible como ser violada, secuestrada, torturada, tener una madre alcohólica o presenciar el asesinato de un padre. Lo cual redunda en -diría Sandra- una ‘operación’ mediática tendiente a presentar como ejemplo de vida a alguien cuya ejemplaridad debería ser, cuanto menos, discutible, tanto en el terreno de lo humano (Giménez es la anti-Oprah por cuanto glamoriza la ignorancia en lugar de fomentar la lectura; y la anti-Bachelet en tanto no trabaja por el bien común sino tan sólo por el bien propio), sino además en el artístico, ya que comparar sus talentos con los de, sin ir más lejos, Charlize Theron, sería un verdadero despropósito.
Si nos mienten de manera tan descarada en lo pequeño, ¡qué no harán cuando defienden sus intereses corporativos con uñas y dientes!