Skip to main content
Blogs de autor

Maldito Sigmund Freud

Por 21 de agosto de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Ayer me desperté enojadísimo con Robert Redford. Mi enojo no se debía, por cierto, a la visión de sus últimas películas como actor o director, que hubiese sido una buena razón en sí misma; ni a la reciente lectura de Down and Dirty Pictures: Miramax, Sundance and the Rise of Independent Film, el libro de Peter Biskind que cuenta el lado oscuro de este abanderado del cine hecho a espaldas de Hollywood. En realidad todo fue culpa de un sueño. En mi sueño (que según se desprende de su trama debía ocurrir durante el célebre festival de Sundance, o en algún taller paralelo), Redford venía a buscarme para que le mostrase un material que yo debía haber preparado para entonces: digamos que podía tratarse de un cortometraje, o de secuencias aisladas de un work in progress. Me arrebataba el par de DVDs que yo llevaba entre manos y metía el primero en un ordenador, con la intención de ver las imágenes que yo debía haber filmado. Mientras el pobre Redford cliqueaba en vano, yo, que sabía perfectamente que los DVDs estaban vacíos (todo lo que yo había preparado era, cuándo no, un guión), balbuceaba excusas ininteligibles. Como era de esperar, Redford advertía enseguida que no había cumplido mi promesa y me decía de todo, para después darme la espalda e irse.

Todavía a medio despabilar, interpreté el sueño como la forma que mi inconsciente encontró para lidiar con las frustraciones en la búsqueda de financiamiento para mi película, una que además de haber escrito quiero dirigir. Conseguir ese dinero es un proceso largo, engorroso y siempre humillante, créanme. Mientras abría la heladera en busca de un yogur, me descubrí farfullando en voz alta la clase de protestas que ya me son familiares. ¿Por qué los productores cinematográficos asumen siempre que un éxito se debe a las estrellas del film, y en todo caso a su director, pero nunca, ni siquiera proporcionalmente, a su guionista? El hecho de haber escrito cuatro películas que funcionaron más que bien no me garantizó el crédito del que gozan hoy, con sus bemoles, los directores y actores de las películas que escribí. Era domingo por la mañana y yo sentía que la vida era injusta. Y eso que todavía no había leído los diarios.

  Llegó el café, y aun en medio de la lectura dominical (llena de muertos y de publicidad) mi cabeza seguía rumiando el sueño de marras. A medida que la niebla de mi malhumor se despejaba, comprendí que mi inconsciente había expuesto con narrativa clara e irrebatible el verdadero estado de las cosas, del que no eran responsables ni los productores en general ni Redford en particular. Mi cabeza me revelaba que yo estaba muerto de miedo, y que en consecuencia me resistía a dar el salto que implica abandonar la seguridad de la escritura de un guión –un registro creativo con el que me siento cómodo y confiado- para lanzarme a la realización de las imágenes en sí mismas, lo cual supone zambullirme en las aguas procelosas de la dirección cinematográfica.

Vivir es, en buena medida, la experiencia de lidiar con los miedos. La vida está llena de miedos sensatos, pero también existen miedos paradójicos: por ejemplo, los que se sienten antes de hacer algo que uno desea intensamente. Una cosa es temerle al dolor y a la muerte, y otra muy distinta es temerle a lo mismo que uno busca con toda su alma. Ese es el miedo que explica los temblores del actor antes de salir a escena, y también el temblor de aquel que está a punto de casarse con la persona a quien ama, o de ser padre por primera vez, o de publicar su primera novela. (O la segunda después de que alguien asesinó su debut, como fue mi caso. O la cuarta, como está a punto de sucederme.)

Sigmund Freud perdió lustre en los últimos tiempos, pero este sueño dominical reivindica la más grande de sus intuiciones. La ficción escrita por mi inconsciente (dicho sea de paso: gracias, Redford, por sumarse al cast sin haber cobrado nada) me obligó a enfrentarme al miedo que me define en estos días, poniendo en boca de Redford las líneas del guión que me conviene decirme antes que otro lo haga con mayor brutalidad: no te animas a hacerlo (todavía). Sé que antes de fines de año estaré dirigiendo un cortometraje, porque a fin de cuentas mi deseo es mucho más fuerte que mi miedo, pero no quiero dejar pasar esta oportunidad sin agradecerle al viejo Sigmund la claridad que arrojó sobre mi sueño. Lo cual no impide que también lo maldiga un poco al mismo tiempo, como se maldice al espejo que nos devuelve la peor de nuestras imágenes.

profile avatar

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Obras asociadas
Close Menu