
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
Cómo estamos con los vampiros, últimamente… Entre el fenómeno Twilight (cuyas novelas no leí y cuya adaptación al cine no vi, aunque me consta que a mi hija Milena los libros –y sólo los libros- le encantan), la serie True Blood, las películas de la saga Underworld, y el film y la novela suecas Let the Right One In (título inspirado por una canción de Morrissey, dicho sea de paso), los chupasangres se han puesto de moda. Días atrás me enteré de que existe una telenovela en la que Chayanne es vampiro y el villano, también dueño de un buen par de colmillos, es… ¡el Puma Rodríguez!
He visto de refilón muchos artículos sobre el tema, pero no me crucé con ninguna explicación concluyente. Es verdad que el uso que se le da a la figura del vampiro es distinto en cada relato: en los libros de Stephenie Meyer es una figura romántica en la que se liga el control de los instintos asesinos a la abstención sexual, en True Blood se los trata como una minoría que lucha por sus derechos aun cuando no ha abandonado del todo sus viejos hábitos, en Let the Right One In (que me muero por ver y todavía no he podido) lo que más los aflige es, creo, la soledad. Esta diversidad parece sugerir que la ventaja del vampiro es, a esta altura, que oficia como una suerte de envase vacío que es fácil llenar con nuestras obsesiones del momento… o simplemente con aire caliente, como en Underworld.
A mí las historias con vampiros me gustan por definición, se inscriban en el género que se inscriban. Supongo que de alguna manera ayudan a abordar dos temas de profunda actualidad: la imposibilidad de seguir negando la existencia del Otro (alguien por completo distinto, del que sabemos por las historias y el folklore pero con quien no solemos cruzarnos) y la necesidad de aprender a tolerar su existencia, aun cuando ese Otro entrañe un peligro potencial. Tantas mujeres enamorándose de vampiros –en Twilight, en True Blood– sugieren que ese Otro es digno de ser abrazado a pesar de sus colmillos, porque puede depararnos algo distinto de la Muerte: iluminación, romance, la perspectiva de una cultura acumulada a lo largo de siglos en contraste con nuestra cultura ready made.
¿Para cuándo un relato que transparente el subtexto y presente un vampiro iraquí, o bien joven y pobre –los Otros de los que nuestras sociedades, tan iluminadas ellas, no pueden dejar de desconfiar?