
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
No pude evitar la tentación de husmear en la lista de los 100 mejores cantantes de todos los tiempos de la Rolling Stone. Al tiempo que estaba seguro de que los primeros puestos iban a estar ocupados por cantantes negros (Aretha figura en el número 1, Ray Charles en el 2, Sam Cooke en el 4, James Brown en el 10), mi impulso fue buscar qué puesto le habían otorgado a John Lennon. Y lo que encontré en el quinto lugar, lo cual -diría el protagonista de High Fidelity- lo ubica al filo pero todavía dentro del círculo áulico del Top Five.
¿Por qué buscaba a Lennon? Supongo que porque para mí encarna todo lo que busco en una voz cantante: verdad. A veces la verdad en cuestión es de las que sólo pueden pronunciarse en un susurro -como en Julia y en Oh My Love-, a veces es la confesión de la propia confusión -como en I’m So Tired-, a veces es de esas verdades descarnadas que salen cortando -como en Instant Karma-, a veces es la verdad propia de la imaginación -como en Strawberry Fields- y a menudo es de esas verdades que, lo sabemos, nos usan tan sólo como vehículo para trascendernos -como en A Day in the Life.
La de Lennon es la voz de alguien tan fuerte, y tan seguro de su búsqueda, que no teme exhibirse en su más pavorosa debilidad. Pocas canciones más desgarradoras que Mother, pocas súplicas más conmovedoras (y angustiantes a la vez) que Give Me Some Truth. Tengo la sensación de que si escuchase todas estas canciones una detrás de la otra (sin olvidarme de Norwegian Wood, de Lucy in the Sky With Diamonds, de Revolution, de Imagine…) estaría en presencia del más perfecto testimonio vocal de los diversos estados de ánimo que experimenta un hombre a través de toda su existencia. Y todavía más. Siempre me digo que algún día voy a jugar con esas canciones para ordenarlas de tal modo que, más allá de la simple expresión del fenómeno humano, comuniquen además los grados de lucidez a que podemos acceder. Porque más allá de las inevitables marchas y contramarchas de su vida, la música fue para (la voz de) Lennon el vehículo privilegiado de su búsqueda. Sin cuyo sonido, por cierto, todos seríamos hoy infinitamente más pobres.
Así que Top Five. Nada mal para un rústico muchachón de Liverpool…